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EDITORIAL

Prisa no quiere TDT

Con una cifra de abonados menguante en el satélite y sin que Cuatro, gran apuesta en abierto del grupo, termine de levantar el vuelo, pintan bastos en Prisa en su negocio más querido, el de la televisión.

Para la primavera del año 2010 la televisión analógica en España habrá pasado a la Historia. Un apagón necesario y aplazado en varias ocasiones que supondrá el despegue definitivo de la Televisión Digital Terrestre o TDT, la eterna promesa del sector televisivo español. El decreto Ley que marca el fin de la televisión analógica data de 2005, por lo que no puede decirse que sea nuevo. Desde entonces, el trabajo llevado a cabo por la industria tecnológica ha sido asombroso. La cobertura de TDT alcanza a día de hoy al 85% de la población española y a finales de año abarcará el 90%. El parque de televisores compatibles y el de decodificadores ha crecido como la espuma en estos años. Sólo en 2007 se vendieron más de tres millones de receptores con el decodificador incorporado. Este año serán muchos más.

En cuanto a las emisoras, el avance ha sido continuo con la incorporación de nuevas frecuencias que han llenado, por primera vez en la Historia, el mando a distancia del español medio de multitud de canales gratuitos. En las grandes ciudades el menú es amplísimo, tanto en número como en variedad de contenidos. En resumidas cuentas, la TDT, en 2008, no es un proyecto de futuro, sino una realidad tangible que suma una audiencia millonaria y cuenta con una influencia creciente.

Ante panorama tan positivo para la televisión, sorprende la actitud de Sogecable, que ha pedido al Gobierno que retrase de nuevo el apagón analógico por una supuesta incapacidad del mercado para llegar a tiempo. A la vista está que no es así. Lo más que cabe preguntase, por lo tanto, es por qué una de las principales empresas de comunicación del país quiere demorar lo que, a estas alturas, es imparable. Sogecable, que forma parte del Grupo Prisa, posee el monopolio de la televisión digital por satélite, y a nadie se le oculta que una de las grandes perjudicadas del apagón será esta modalidad de emisión.

Con una cifra de abonados menguante en el satélite y sin que Cuatro, gran apuesta en abierto del grupo, termine de levantar el vuelo, pintan bastos en Prisa en su negocio más querido, el de la televisión. Privados del monopolio, del fútbol y de influencia en política, que es el pastel que siempre persiguieron, es lógico que los hombres de Cebrián y Díez de Polanco muestren temor ante algo que no van a poder controlar. Lo que ningún político se atrevió a hacer lo consumará algo tan simple como el pluralismo mediático. Deberían haberlo visto venir.

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