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Pablo Molina

Chikilicuatre no conoce a María San Gil

La banda de chikilicuatres que va a reorganizar el Partido Popular para pegarse en 2012 el mayor trompazo de nuestra historia democrática, necesita que alguien les marque con firmeza el límite que no se puede sobrepasar en materia de principios.

Si son ciertos los comentarios despectivos con que un tal Lasalle se dirigió a María San Gil durante la elaboración de la ponencia política del PP, y no hay razón para pensar lo contrario, la presidenta de los populares vascos desperdició una ocasión de oro para ponerle en su sitio al estilo Johan Cruyff.

Lo contó Jorge Valdano hace muchos años. El Alavés, equipo por el que el futbolista argentino acababa de fichar, disputaba un encuentro de copa contra el Barça de Cruyff. Cada vez que el árbitro paraba el juego, Johann cogía la pelota debajo del brazo y no la soltaba hasta que no terminaba de discutir la jugada del árbitro. Como quiera que la escena se repetía una y otra vez, un joven Valdano se dirigió al árbitro diciéndole: "Oiga, dele un balón a este y denos otro a los demás para que podamos seguir jugando."

– ¿Y tú cómo te llamas?, preguntó Cruyff dirigiéndose al invitado inoportuno.
 Jorge Valdano.
 ¿Cuántos años tienes?
 Veinte –, respondió el argentino, cada vez más azorado.
 Pues con tu edad, a mí se me trata de usted.

El tal Lasalle, columnista ocasional en ese foro de las libertades que es el diario El País, se pregunta acerca de los méritos de la diputada vasca para pedir que en la ponencia política del PP se defienda claramente la unidad de la nación española. Pues mire, Lasalle, es una señora que ha visto pasar bajo su ventana a varias manifestaciones de batasunos gritando "María San Gil, vas a morir", que ha visto en directo caer asesinado a su compañero de partido Gregorio Ordóñez, que tiene claro, por sufrirlo a diario en primera persona, lo que se puede confiar en el nacionalismo vasco y, para redondear el currículum, acaba de superar un cáncer. O sea, alguien a quien tratar de usted, Lasalle.

Con una biografía semejante, todavía hay quien se extraña de que la diputada vasca abandonara educadamente un foro en el que su presencia era manifiestamente indeseable. En las radios y la prensa oigo y leo que San Gil se ha equivocado y que nunca debió exteriorizar su decepción. De todas formas, añaden, la ponencia política recoge todo lo que María había propuesto. Sí, claro, pero después de dejar al grupo de ideólogos con un palmo de narices, como corresponde a una situación de ese tipo en la que, al menos, hay que defender el decoro personal.

Y es que la banda de chikilicuatres que va a reorganizar el Partido Popular para pegarse en 2012 el mayor trompazo de nuestra historia democrática, necesita que alguien les marque con firmeza el límite que no se puede sobrepasar en materia de principios. En estos casos, encima, los impertinentes acaban agradeciendo el gesto.

Al término de aquel Alavés-Barcelona, Cruyff regaló su camiseta a Valdano y este le dio un abrazo. Desde entonces no ha habido dos entrenadores en España que hayan estado más de acuerdo en cómo se debe jugar al fútbol.

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