Menú
Fundación Heritage

El partido de las élites

Hasta el 1 de mayo, el campo presidencial demócrata ha absorbido la friolera de 5,7 millones de dólares de manos de más de 4.000 donantes cuya profesión es "consejero delegado". La parte de los republicanos fue de sólo 2,3 millones de dólares.

Michael Franc

Los comentaristas políticos se han dado un festín con las recientes cavilaciones de Barack Obama sobre que los ciudadanos rurales de Pennsylvania "se aferran" a su religión y a sus armas debido a su amarga desesperación económica. Hasta el momento, se han concentrado en si Obama es un elitista que ve la religión como un estorbo y a cuya copia de la Constitución le falta la Segunda Enmienda sobre el derecho a portar armas.

Pero es más importante aún saber si las declaraciones de Obama reflejan la emergente transformación demográfica del Partido Demócrata, pasando de ser un partido del pueblo, de las bases, a uno que le sostiene el bolígrafo de firmar a toda clase de élites de la economía y la educación. Una forma de estudiar esto es mirar quién ha estado donando dinero a las campañas presidenciales durante el ciclo electoral de 2008. Gracias a la manera en que la Comisión Federal Electoral recoge estos datos, podemos clasificar las contribuciones según la profesión o el empleador del donante.

La infiltración de los demócratas en las élites norteamericanas es evidente cuando se mira cómo quedan los dos partidos entre aquellos en la cumbre de la América empresarial.

Hasta el 1 de mayo, el campo presidencial demócrata ha absorbido la friolera de 5,7 millones de dólares de manos de más de 4.000 donantes cuya profesión es "consejero delegado". La parte de los republicanos fue de sólo 2,3 millones de dólares. Los directores financieros, directores jurídicos, gerentes y directores de sistemas también estaban entre los donantes demócratas por márgenes de 2 a 1. La ventaja demócrata entre los "presidentes" es menos dramática pero importante, 7,2 millones de dólares a 6,1 millones. Y esto no es nada nuevo: en 2004, todas menos una de estas categorías de la plana mayor empresarial estaban mayoritariamente en filas demócratas excepto la de los "presidentes".

Los republicanos mejoran algo al ir bajando el escalafón empresarial, pero siguen perdiendo en las contribuciones de vicepresidentes ejecutivos, vicepresidentes y administradores.

Las empresas de Wall Street, símbolo de los éxitos de la élite norteamericana desde hace mucho, también se inclinan decididamente por los demócratas. Los empleados que llenan las famosas instituciones de Wall Street, como Lehman Brothers, Goldman Sachs, Citigroup, y Morgan Stanley, todos favorecen al campo demócrata por un gran margen. Incluso ambos lados del reciente rescate de Bear Stearns /JP Morgan eligen a candidatos demócratas por encima de los republicanos por un margen de 2 a 1.

Los demócratas también cuentan con enormes ventajas de recaudación entre profesionales como abogados, profesores, contables, periodistas y escritores. Igualmente sucede con la comunidad científica, ganando sólidamente entre médicos (8 millones frente a 4), biólogos, químicos, físicos y científicos a la antigua usanza. Los republicanos han de conformarse con una ligera ventaja entre ingenieros aeroespaciales.

Como era de esperar, las universidades son un hervidero de apoyo para los demócratas. Los catedráticos apoyan a los demócratas por un margen de 9 a 1 (3,7 millones frente a 430.000). Sus alumnos, a pesar que probablemente se las ven negras para pagar la carísima matrícula, sacrificaron no obstante las pizzas y las bolsas de patatas fritas nocturnas para enviar 4,1 millones de dólares a los candidatos favoritos de sus profesores y otros 1,4 millones a los republicanos.

Los "objetivos" medios de comunicación –reporteros, periodistas, editores y redactores– también se inclinan decisivamente por los demócratas. Pero ninguna profesión del listado da a los demócratas una mayor ventaja que los desempleados. Esta gente, que según cabe suponer está en el paro, ha echado más de 14,6 millones de dólares en el sombrero demócrata. Sus parados vecinos republicanos, en cambio, sólo han echado unos míseros 9.775 dólares. ¿Quién se lo hubiera imaginado?

¿Quién prefiere a los republicanos? El campo demócrata, después de todo, lleva una ventaja general a la hora de recaudar fondos superior a los 200 millones, así que cualquier área de fuerza republicana es digna de atención.

En esta temporada electoral donde todo va patas arriba, cuando los paladines populistas del Partido Republicano, John McCain y Mike Huckabee sorprendieron a los expertos con sus victorias primarias o, en el caso de Ron Paul por su pericia recaudatoria, casi tiene sentido que el partido de la clase privilegiada haya estado ganando la carrera recaudatoria entre la gente de a pie. Y efectivamente, así es. La brigada de aspirantes presidenciales republicanos de camisa blanca y corbata llevan una ventaja de casi 3 a 1 entre conserjes, guardianes, trabajadores de limpieza y saneamiento, obreros, camioneros, chóferes de autobús, peluqueros, guardias de seguridad y secretarias. Mientras que los demócratas cuentan con la fidelidad financiera de los arquitectos, los republicanos cortejan con éxito las donaciones de los expertos trabajadores que convierten en realidad sus planos, específicamente, contratistas, obreros de la construcción, fontaneros, albañiles, electricistas, carpinteros, mecánicos y techadores. Esta tendencia se extiende a los bares, donde los barman prefieren a los demócratas y las camareras a los republicanos. Los republicanos incluso cuentan con la ayuda financiera de camioneros, trabajadores siderúrgicos, soldadores y operarios de fábricas de coches.

Éstas son las buenas noticias para el Partido Republicano. Las malas noticias son que pocos de entre estos ciudadanos políticamente activos contribuyen en las campañas y, cuando lo hacen, lo hacen en cantidades mucho menores que sus hermanos de la élite.

¿Qué deberíamos concluir de todo esto? Los partidos políticos nacionales, después de todo, reflejan a sus partidarios y los líderes de partidos tradicionalmente sienten la responsabilidad de complacer sus caprichos. Un partido que recibe el apoyo aplastante de la élite en las empresas de inversión de Wall Street, los peces gordos empresariales y los profesionales de alto nivel pueden encontrar excesivamente difícil aumentarles los impuestos o imponer nuevas disposiciones draconianas al estilo Estado omnipresente. Igualmente, un partido que pierde a capacitados profesionales de las ciudades y gana apoyos obreros puede encontrar más difícil respaldar acuerdos de libre comercio y aceptar la globalización.

Los demócratas en Washington ya han adaptado sus grandes instintos de Estado omnipresente a esta nueva realidad. Han diseñado garantías gubernamentales, subsidios y ayudas para responder a la inseguridad de las familias norteamericanas de clase media y alta. Piense en los nuevos subsidios propuestos en el Capitolio para la educación superior, un seguro contra inundaciones más generoso que cubra las casas de vacaciones, subvenciones para hipotecas de hasta 730.000 dólares y seguro médico infantil al más puro estilo Estado del Bienestar para familias de clase media, etc. Ya entiende usted de lo que se trata.

Sus homólogos republicanos, mientras tanto, se han esforzado en buscar la mejor manera de vender las ventajas del Gobierno limitado, los impuestos bajos y el libre mercado a las élites que solían adorarles o su nueva, más populista base constituyente. Enfrentarse a esta nueva realidad puede ser el desafío más importante para ambos partidos en los meses y los años venideros.

© 2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Michael Franc es vicepresidente de Relaciones Gubernamentales en la Fundación Heritage.

En Internacional

    0
    comentarios