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José Antonio Martínez-Abarca

El libro de autoayuda de Pablo Molina

Le tengo dicho al escritor y columnista Pablo Molina que deje de escribir libros y se dedique a ganar algo de dinero, pero no me hace caso.

Le tengo dicho al escritor y columnista Pablo Molina que deje de escribir libros y se dedique a ganar algo de dinero, pero no me hace caso. Supongo que todavía tiene en buen concepto a eso de conseguir la gloria, que es afán facha ya desde el mismo término, porque denota una inquietante tendencia al elitismo y a la falta de igualación por abajo. Hasta en eso es poco progre: siente por el dinero ese desdén que sólo gastan los convencidos del sistema capitalista, los que disfrutan sabiendo que lo tienen todos los demás menos ellos, el dinero, digo, y no piensan hacer nada ilegal o amoral para arreglarlo. El antiprogre, insisto.

Ha presentado Molina, en su ciudad natal, Murcia, su último libro, Cómo ser un icono progre (Libros Libres), que yo no lo pondría en el "stand" de los ensayos políticos, sino en la sección de autoayuda, junto a esos tomos intitulados "Cómo tener éxito económico sin trabajar ni un solo día", porque para llegar a ser un icono progre primero hay que ser multimillonario y si puede ser rentista, como el propio tipo que ilustra la portada del libro, el comandante Guevara, quien aborrecía tanto el capital que se pulió lo más deprisa que pudo la fortuna familiar. Curioso libro de autoayuda para enseñar cómo alcanzar las riquezas conservando la buena conciencia, escrito por alguien que no tiene ni la una ni las otras porque su padre era agricultor y no parece que él vaya a llegar a nada más lucrativo, a más de que declara no querer cambiar el mundo. A eso sí que se le podría aplicar el subtítulo del libro: "cómo hacer lo contrario de lo que se predica". O se escribe. Pablo, no vas bien por ahí.

En Cómo ser un icono progre Pablo Molina incluye al final tres relatos infantiles, incluyendo "la cigarra y la hormiga", escritos a la manera progre, que según su editor deberían ser llevados al cine o a una teleserie "de situación". Recordará el autor los un día famosos libritos norteamericanos editados en España hará diez o quince años llamados "cuentos infantiles políticamente correctos", que en aquellas fechas y en este país veíamos como divertidísima (y cursilísima) política ficción, ya que por entonces la corrección progresista todavía estaba en las universidades americanas o todo lo más cruzando el Atlántico, como en sentido contrario lo hizo el virus Ébola o el Sida. Hoy ya no nos quedan ganas de ironizar, porque todo esto va en serio. De aquellos cuentos infantiles salió un señor que piensa y habla como aquello que creíamos reducción al absurdo (no tal) y resulta que los españoles acaban de hacerlo por segunda vez presidente de su Gobierno. Pues eso: perdona que últimamente me ría un poco menos, querido Pablo.

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