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Cristina Losada

El alma gris del PP

Son los burócratas de la política. Los que no arriesgan ni un rincón de su reino enmoquetado por batirse por unas ideas y, en las encrucijadas, escogen siempre el camino más fácil.

El partido del centroderecha español es hoy, menos que nunca, un partido político. No cabe duda de que es un partido, una agrupación que se esfuerza por ganar elecciones y gestionar el poder, o la oposición si fracasa. También parece evidente que parte de sus miembros sostienen ideas y valores distintivos, lo que les lleva a pensar, probablemente, que son afiliados de un partido político y no socios de una empresa de administradores y aprovechadores de la cosa pública. Pero se equivocan. Quienes han llegado a dominar en las alturas del tinglado, la mayoría de los que se sientan en sus diversas cimas y cúpulas y toman las decisiones, son algunas de las gentes más despolitizadas y desideologizadas de España.

Son los burócratas de la política. El alma gris del PP. Los que no arriesgan ni un rincón de su reino enmoquetado por batirse por unas ideas y, en las encrucijadas, escogen siempre el camino más fácil. Es esa condición la que permite cambiar de estrategia o de principios de un día para otro. Suele ocurrir cuando no se tienen convicciones. Incluso terminan por adoptarse las de otros. ¡Total! Así, en el caso de San Gil. Dicen que la prueba de que el PP no ha alterado su ideario reside en que aceptaron su aportación a la ponencia. Pues no. Que incorporasen análisis y propuestas que no gustaban a Rajoy y a su equipo sólo demuestra que les da lo mismo lo que diga el documento. La ponencia resulta irrelevante, es humo retórico para los fieles, y por ese motivo se da cabida en ella a conceptos discutidos y discutibles para la dirección.

El PSOE, desde luego, es una maquinaria de poder. De ese modo y con ese fin se refundó en la Transición, después de las largas vacaciones, y fue por ello un saco receptor de todo tipo de desechos. Tampoco en su seno hay sombra de debate político. Pero se aprecia una importante diferencia. El aparato del Partido Socialista es consciente de que su capacidad de mantener el poder se sustenta en las ilusiones que proyecta el etéreo mundo de las ideas, mientras que el PP de Rajoy se ha convencido finalmente de que sólo podrá conquistarlo si camufla y oculta las ideas que representa.

En fin, no extraña que el Lassalle de "quién es esa tía" encuentre antipáticos a Reagan y a la Thatcher. El éxito de la conservadora británica forzó al Partido Laborista a aproximarse a ella en su discurso e integrar su herencia, lo que conduciría a Blair al poder por muchos años. Y ésa es justo la ruta opuesta a la que han trazado el susodicho y su banda de los cuatro. El gran salto adelante que propugnan consiste en que el PP integre las tácticas y la herencia, ambas demoledoras, de Zetapé. Un salto al vacío y sin debate, pues ¿quién quiere meterse en políticas? Se teme la purga, pero ya ha empezado. Antes de que pudieran eclosionar las cien flores y quizás para evitarlo.

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