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Antonio Golmar

Un traje nuevo para el PP

Así es como suelen gestionarse las derrotas, todos contra todos y a mí no me quites mi migaja.

No comparto el rasgado de vestiduras por la pérdida de la unidad del centro-derecha español. Lo de Aznar fue una anomalía, una desviación, una excepción en el historial de división de la derecha española desde por lo menos los tiempos de Maura, hace más o menos un siglo.

En 1982 teníamos a AP en coalición electoral con tropecientos, los escombros de la UCD y el nuevo CDS de Suárez. Luego de AP se desgajaron dos grupos, comenzaron a aflorar distintas formaciones regionalistas en Aragón, Canarias, Valencia, etc. y además surgió el Partido Reformista de Miquel Roca. Así que seamos realistas, la derecha española es así, así seguirá y poco o nada la cambiará.

La unificación de José María Aznar fue fruto del cálculo racional. La única forma de vencer a Felipe González era presentar listas únicas, de modo que el refundado PP fue atrayéndose a los regionalistas y absorbió al CDS tras la retirada de Suárez. Al mismo tiempo, parte del electorado no izquierdista se dio cuenta de que a veces la democracia sólo sirve para cambiar a una gente por otra de la que se espera administre mejor la cosa pública. Así fue como el PP se hizo con el poder en 1996 y lo revalidó con mayoría absoluta en 2000.

Sin embargo, Aznar, pensando tal vez que aquello duraría toda la vida, convirtió su partido en el Ministerio del Partido del Presidente del Gobierno. No sé quién le aconsejaría (me temo lo peor, su almohada), pero lo cierto es que nada es más dañino para una organización política que convertirla en algo para lo que no sirve, o marcarle objetivos que no son los suyos. De ahí la ingenua y anodina campaña de 2004, usada en muchos cursos de comunicación política como ejemplo perfecto de lo que nunca se ha de hacer. ZP lo sabe y por eso le va tan bien. Aunque el presidente mezcle de forma bananera Gobierno y partido, él y los suyos tienen muy claro que PSOE debe seguir siendo un movimiento político agresivo a la caza del votante incauto, y no un cementerio de coches usados. Esto es lo que ocho años de Gobierno hicieron del PP.

En fin, que tras dos derrotas seguidas algunos sacan la calculadora y concluyen que no hay motivo para seguir el anterior sistema de cuotas (esto para los liberales, aquello para los democristianos). Mejor defender lo suyo en su región o exigir un nuevo reparto de cartas que les proporcione un poder ganado en la calle; o lanzarse a la conquista de ese voto joven ("¡se nos están muriendo los votantes!") a riesgo de desprenderse de algunos principios que conviene explicar, no arrinconar. Así es como suelen gestionarse las derrotas, todos contra todos y a mí no me quites mi migaja.

El error de Rajoy fue que no quiso, o no pudo, o no le dejaron, cambiar el PP en algo que sirviera para otros líderes y/o en otras circunstancias que no fueran el aznarismo en la Moncloa. En cuanto a sus aliados y rivales, puede que sólo aspiren a heredar. Dudo que a estas alturas una candidatura alternativa en el congreso de junio mejore las cosas, porque estos rotos no se arreglan con un parche. Tal vez la prioridad no sea un nuevo líder a la contra, sino un PP en el que convivan de forma libre y organizada todos los que hay y alguno más que se apunte. En definitiva, tienen que hacerse un traje nuevo. Eso sí, ni medidas personalizadas ni tallas pequeñas.

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