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Isabel Durán

La solución del jeroglífico

Vaya que sí tiene solución el Partido Popular. Tan sencilla como dejar que la militancia decida. Que en el próximo congreso de Valencia se vote a cualquier candidato que desee disputarle la presidencia a Mariano Rajoy, sin necesidad de avales.

A semejanza de la victoria de José María Aznar en 1996 que llevó al PSOE a convulsiones internas hasta el punto de pasar por tres secretarios generales, el vencedor de las reyertas internas socialista, José Luis Rodríguez Zapatero paladea su victoria y se regocija ante la calamitosa situación por la que atraviesa el principal partido de la oposición. Mientras la vicepresidenta primera asegura que el PP debe resolver sus problemas por el bien del sistema democrático y constitucional (sic), el presidente del Gobierno asegura que "lo que ocurre en el PP es un jeroglífico que no tiene solución". Y, para variar, se trata de otra mentira, como un templo, versión ZP.

Vaya que sí tiene solución el Partido Popular. Tan sencilla como dejar que la militancia decida. Que en el próximo congreso de Valencia se vote a cualquier candidato que desee disputarle la presidencia a Mariano Rajoy, sin necesidad de avales ni de zarandajas. El PP debe tener su Rosa Díez, su José Bono, su Matilde Fernández-Alfonso Guerra y su Rodríguez Zapatero. Que Rajoy renuncie a unos avales tan falsarios como el procedente de María San Gil y que del congreso salga el nuevo líder del PP en la persona de quien concite más apoyos dentro del partido. Eso sí, obtenga quien obtenga la victoria, aunque sea el propio Rajoy, que se le respete y apoye y que, de una vez y que se dediquen a hacer oposición.

El principal problema de Rajoy es haber querido cambiar el partido por la puerta de atrás ocultándolo a su militancia y a sus más de diez millones trescientos mil votantes. Ha sido María San Gil la que ha destapado la olla de los truenos. La íntegra y valiente dirigente donostiarra ha descubierto el pastel del corrimiento de tierras de Génova hasta el punto de que un tal Lasalle abducía los artículos de su ponencia política para acomodarlos a la nueva situación en la que Rajoy ha optado por captar votos dirigidos a su rival socialista en Cataluña y en el País Vasco a costa de hacerse más simpáticos en tan hostiles territorios.

El Partido Popular, con o sin Rajoy, no puede permitirse que referentes como Ortega Lara o María San Gil se queden fuera del proyecto. Si el gallego está satisfecho de "sumar" a costa de restar a todos los que sientan el destrozo de la ausencia de la dirigente popular vasca y del símbolo de la resistencia frente al terror encarnado en la persona de José Antonio Ortega Lara, le auguro un futuro de destrucción a marchas forzadas del partido que heredó.

La más importante formación política española, garante de la unidad de España y capaz de captar a nacionalistas como Icíar Lamaraín, su actual concejal en Mondragón, puede resolver su particular rompecabezas. Es más sencillo de lo que parece: no debe creerse la propaganda de Zeta y de la izquierda. Los populares deben votar libremente en el congreso y respetar la decisión que de allí salga.

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