Menú
José Antonio Martínez-Abarca

El dominio público más privado del mundo

La SGAE cobra hasta por contarle a alguien el final de una película. Hasta por tararear los silbos cabreros.

En Estados Unidos te puedes comprar doscientas cincuenta buenas películas en formato DVD por unos cuarenta dólares, es decir, unos treinta euros al cambio, en cualquier comercio "al detalle", no mayorista. Cinco mil pesetas. Doscientas cincuenta películas, muchas más de las que ve en toda su vida una parte importante de la población, una detrás de otra y que se escapan a las garras de la Sociedad General de Autores de allá y al Teddy Bautista de acullá, con los derechos de autor caducados si es que alguna vez los tuvieron, perfectamente public domain, de dominio público. Me pregunto dónde estarán en España las películas, las músicas, las obras, las creaciones, las cosas de dominio público, de dominio público de verdad, las que se escapan al gran ojo que no parpadea de la SGAE, bajo qué piedra, en el fondo de qué pozo, en qué país de Irás y no Volverás está todo eso y en qué tienda no perseguida por la Laica Inquisición del "ahora la ley actúa" se pueden adquirir.

Qué sótano salitroso es donde está encerrado el dominio público en España, la cultura perteneciente a todos, no a los señoritos, no a los protagonistas de aquella emocionante canción de Serrat que no sé si alguna vez ha cantado el articulista de estas páginas Juan Carlos Girauta. Qué se hizo del dominio público bajo esa gente que se harta de pontificar sobre las virtudes de "lo público", que consiste en lo mismo que lo privado pero cuando está en las manos adecuadas, las suyas, las de "los buenos" (Gregorio Peces Barba dixit). Porque yo no veo que aquí puedan comprarse en ningún sitio doscientas cincuenta películas de cine clásico a cinco mil pesetas, de forma exquisitamente legal. Ni en un "top manta" por fin de existencias y cese de negocio con todas las películas interpretadas por Miguel Bosé. Ah, sí, la división de Sogecable, Sogemedia, edita acervo de public domain en España, por el que más que probablemente no pagan ni un maravedí. Y luego lo cobran a un precio unas cien veces superior al que correspondería en un país medianamente desarrollado. Esto del progresismo ya salía carísimo antes de Al Gore.

La SGAE cobra hasta por contarle a alguien el final de una película. Hasta por tararear los silbos cabreros, porque España es un país tupido por funcionarios de la Sociedad Que No Duerme en condiciones de exigir que no podemos silbar nada sin pagar, porque todo antes ya lo había silbado otro, igual que todo lo que se dice antes seguro que lo había escrito un griego, que aseguraba aquél. Como que cuando yo colaboraba en la COPE no se podía poner ni una mísera polka del año de la ídem, no fuera que nos estuviesen escuchando los tataratataranietos y encima fueran parientes de Teddy Bautista. No se escapan del impuesto ni los cantamañanas bajo la ducha. El dominio público en este país sociológicamente socialista es delito, y ahora la ley, ya saben, actúa.

En Tecnociencia

    0
    comentarios