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Cristina Losada

Mejor no vayas

En la gestación de este Congreso del PP hay, como poco, tráfico de avales y tongo en la elección de compromisarios.

El 22 de abril pasado, los teletipos daban cuenta de que las elecciones a compromisarios del Partido Popular en Galicia no se habían celebrado en la mayor parte de las localidades por un motivo tan comprensible como indicativo de la falta de interés de la militancia por asistir al próximo Congreso. Y es que, según las nuevas facilitadas por la dirección, se había dado el caso de que el número de aspirantes a acudir al cónclave que ha de decidir la estrategia y el liderazgo del PP coincidía justamente con el número de plazas disponibles. Todo cuadraba en las tierras galaicas. No había donde elegir y, por eso, y sólo por eso, no se había procedido a hacerlo excepto en unos pocos y contados lugares.

Era, en fin, una historia algo triste, pero no tenía vuelta de hoja. Si los afiliados gallegos, que llevan al Congreso a 290 de los compromisarios elegidos y constituyen la segunda representación más nutrida, no se sentían motivados, nada se podía reprochar a nadie salvo a ellos mismos. Sin embargo, la realidad, amén de triste, es bien distinta. Hete aquí que en Vigo los seis mil afiliados no recibieron comunicación alguna de que se iba a proceder a la elección de representantes. Que, no obstante, alrededor de una veintena de aspirantes, enterados por sus propios medios, lograron apuntarse y se presentaron el día de autos en la sede. Que se encontraron allí con concejales y otros cargos que abrigaban idénticas pretensiones. Que hubo trifulca por la falta de aviso y el irregular –e inédito– procedimiento, pero como el plazo expiraba, se resolvió el asunto entre los reunidos a base de tiras y aflojas.

En suma, el número de candidatos no coincidía en Vigo con el de plazas, pero se hizo un apaño sin elecciones y en muchos otros lugares de Galicia, el aparato arregló para que las cuentas cuadrasen. No fue, pues, la bendita casualidad, sino el fruto de un trabajo. Se hizo coincidir el número de aspirantes con el de plazas por la vía de desincentivar y presionar a los sobrantes. Bastaba, en ocasiones, una llamada y el oportuno recordatorio de que tendrían que pagarse el viaje y los gastos. O sea, en libre traducción: te va a salir muy caro, mejor no vayas. Mañas de los apparatchiks que, por complacer, incluso se adelantan a la voluntad del amo.

La democracia interna de los partidos es un oxímoron. Una bonita ficción. El telón necesario para cubrir los manejos del aparato y las componendas de las "familias". Aun así, las formas suelen guardarse a fin de que la representación tenga visos de verosimilitud. No será el caso. En la gestación de este Congreso del PP hay, como poco, tráfico de avales y tongo en la elección de compromisarios. El nuevo equipo no se contenta con imitar al PSOE en su acercamiento a los nacionalistas y copia también las artimañas que gasta en sus luchas internas. ¡Cuidado con los ascensores en Valencia!

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