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EDITORIAL

¿Terminará Zapatero encomendándose al Espíritu Santo?

De no ser un campeón del laicismo, Zapatero habría disimulado su pasividad y falta de asunción de responsabilidades ante la crisis invocando al Espíritu Santo. Claro que, en ese caso, habría que recordarle aquello de "a Dios rogando y con el mazo dando"

Un día después de conocerse el primer aumento del paro en un mes de mayo desde 1979, la OCDE ha hecho público un demoledor informe para España en el que rebaja sus ya rebajadas previsiones de crecimiento para nuestro país hasta situarlas en el 1,6 por ciento para 2008, y hasta el 1,1 por ciento para el año que viene. De confirmarse dichas previsiones, se trataría del mayor desplome entre los grandes países miembros de dicho organismo, y España pasaría a crecer por primera vez por debajo de la media de la Eurozona.

Ante estos nuevos y cada vez más negativos datos de la situación económica, y que sitúan a nuestro país en el furgón de cola de la UE –no sólo en la creación de empleo, y en la lucha contra la inflación, sino también en el crecimiento económico– lo único que se le ha ocurrido decir a Zapatero durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso es que "no hay que exagerar". Para el presidente del Gobierno "hay confianza en el mundo sobre la economía española" y la culpa de "la desaceleración" –entiéndase crisis– "y la pérdida de la capacidad de crear empleo" –entiéndase aumento de paro– la tienen las "circunstancias internacionales".

Y eso lo ha dicho Zapatero –insistimos– el mismo día en que la OCDE deja en evidencia, no sólo la cada vez más menguada confianza internacional en la economía de nuestro país, sino también que España ya está creciendo por debajo de la media europea.

A la vista está, sin embargo, que Zapatero no quiere saber ni que sepamos nada de las circunstancias específicas de nuestro país que hacen que la crisis sea más profunda en España por culpa de la nula liberalización económica y de la ausencia de reformas estructurales en los últimos años. No nos extraña, por tanto, que Zapatero se deje de "exageraciones" y termine apelando "al espíritu de trabajadores y empresarios" como único remedio para corregir la "desaceleración y la pérdida de la capacidad para crear empleo". De no ser un campeón del laicismo, Zapatero habría disimulado su pasividad y su falta de asunción de responsabilidades invocando al Espíritu Santo. Claro que, en ese caso, habría que recordarle aquello de "a Dios rogando y con el mazo dando".

Zapatero, sin embargo, sigue a la espera de que los agentes sociales le arreglen un entuerto del que no quiere reconocer ni su gravedad ni su responsabilidad.

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