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Larry Elder

Si se está preparado, el profesor aparece

Hace casi 30 años, cuando vivía en Cleveland, abandoné el ejercicio del Derecho para abrir una empresa. Mi nueva "compañía", consistente en una línea telefónica y yo mismo, reclutaba abogados para bufetes y empresas.

Alan, mi amigo y mentor empresarial, se rió hace un par de semanas cuando le recordé una vieja historia de nuestra relación mientras nos sentábamos a comer juntos por primera vez en 15 años.

Hace casi 30 años, cuando vivía en Cleveland, abandoné el ejercicio del Derecho para abrir una empresa. Mi nueva "compañía", consistente en una línea telefónica y yo mismo, reclutaba abogados para bufetes y empresas. Aparte de un artículo que leí en una revista especializada y que me incitó a intentarlo, yo no sabía nada sobre la caza de talentos. Así que abandoné un puesto cómodo y bien remunerado para meterme en el menos confortable y aún más competitivo terreno del riesgo. Sabía mucho de abogados, pero nada sobre gestión de empresas, especialmente de las de reclutamiento.

Por su parte, Alan había abierto su propia empresa de cazatalentos cinco años antes. Enseguida se convirtió en la mayor firma de contratación de ejecutivos del mundo, con centenares de oficinas en muchos países. A través del amigo de un amigo, Alan supo de mí y me invitó a almorzar. ¿Alan Schonberg, el director ejecutivo de Management Recruiters International, la empresa de reclutamiento de Warren Buffett y McDonald's, quiere comer conmigo?

Nos sentamos e inmediatamente le gusté. Él también me cayó bien, y más tarde dijo que veía en mí un gran potencial siempre y cuando que aprendiera rápido y evitase cometer errores. Me aleccionó sobre reclutamiento, ventas, contrataciones y despidos, cómo tasar los servicios, contabilidad, marketing y cuentas. Y lo que es más importante, me enseñó que al igual que en la vida, el éxito en los negocios exige carácter, confianza, constancia, compromiso y valentía. "Es una maratón, no un sprint," repetía.

Quedamos para comer casi cada mes durante los 15 años siguientes. Normalmente llamaba él, pues yo entendía y respetaba el valor de su tiempo. Hablábamos sobre negocios, la vida, el significado de la felicidad, los amigos, la familia y la fe. Hacía hincapié en la importancia de una gestión pegada al terreno. En calidad de director ejecutivo de su compañía, Alan, gracias a su extraordinaria clarividencia, su ética laboral y su liderazgo, ayudó a crear centenares de franquicias millonarias.

– ¿Qué haces durante el día? – le pregunté una vez durante una de nuestras comidas.
– Atender llamadas telefónicas – respondió.
– ¿De quién?
– De mis franquicias – dijo.
– ¿Qué te preguntan?
– De todo y sobre todo.
– ¿Cualquier cosa?
– Sí. Negocios, asuntos personales, matrimonios, lo que sea.

Un día llamé a Alan durante un descanso. Le dije que el negocio me iba mal y que por primera vez me apetecía abandonar.

– Vamos a comer – me contestó.

Pasé casi media hora quejándome de los ingresos menguantes, de los clientes difíciles, de los costes cada vez más elevados, de empleados indiferentes o sin motivación, de la creciente agresividad de mis competidores y de muchas otras cosas grandes y pequeñas. Alan escuchó en silencio.

– ¿Y qué más? – preguntó.

Yo di rienda suelta a otra andanada de quejas, y a continuación le pregunté:

– ¿Qué debo hacer?
– Encárgate de tu empresa – dijo por fin.
– ¿Cómo?
– Que te hagas cargo – repitió.
– ¿Que me haga cargo?
– Sí. Eres demasiado inteligente, demasiado intuitivo y estás demasiado motivado como para no saber lo que está yendo mal. Así que ponte a ello.
– ¿Como por ejemplo? – pregunté, pidiendo consejos más específicos.

Alan no concretó. Simplemente repitió que me hiciera cargo.

Así que pensé y pensé en lo que me había dicho. Me deshice de un empleado indiferente que merecía el despido desde hacía tiempo. Ajusté mis precios. Le conté mi situación a mi casero y negocié un alquiler más bajo. Cambié el sistema de remuneración de mis empleados, ajustando el sueldo base y las comisiones. Había estado dándole vueltas a estas medidas hacía tiempo, pero las pospuse, y además carecía de las agallas para llevarlas a cabo. No mucho después el negocio dio un giro en redondo. Alan me llamó y me pidió una cita para comer.

– Lo sabía – dijo cuando le hablé de la mejora de la situación de mi compañía –. Sabía que sabrías qué hacer. Simplemente necesitabas un empujón. Recuerda: carácter, confianza, constancia y compromiso; y no olvides la parte del valor.

Dirigí el negocio durante alrededor de 15 años, pero siempre con la intención de ganar suficiente dinero como para cambiar de rumbo y entrar en el terreno del análisis social y político. Mientras trabajaba en mi empresa, escribía artículos de opinión. Enseguida la prensa local empezó a publicarlos. A su vez, esto condujo a una invitación a una tertulia radiofónica, y a continuación a la oferta del propietario de la emisora para ser el presentador del programa durante una semana. Resumiendo, llamé a varias puertas, hice llamadas, conseguí contactos y, con un poco de suerte, acabé concertando una audición para la primera cadena radiofónica dedicada las 24 horas del día a las tertulias, ubicada en Los Ángeles, mi ciudad natal. Aquí llevo desde entonces.

Alan se enorgullece y se complace de mi éxito como empresario, como comentarista y, lo que es más importante, como ser humano. Le tuve que recordar la historia del "hazte cargo", ya que se le había olvidado.

Cuando el alumno está preparado, el profesor aparece, dice el refrán. Bueno, supongo que yo lo estaba. Porque sé que entonces Alan apareció.

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