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Las cuentas de la vieja

Limitar a 3.000 los militares en misiones en el exterior perjudica también la seguridad de nuestros propios soldados desplegados en el terreno –que a lo mejor necesitan más fuerzas– y no al contrario, como afirman los socialistas.

Nadie encuentra sentido a la restricción autoimpuesta por el Gobierno socialista de mantener como máximo 3.000 militares desplegados en misiones en el exterior, una cifra vigente desde mediados de 2005 y que el Consejo de Ministros renueva anualmente. El Gobierno apuntó, en su momento, a razones presupuestarias para poner un tope a los efectivos en el exterior, de manera que Ministerio de Economía y Hacienda pudiera prever su coste, y también a las limitadas Fuerzas Armadas de las que disponemos. No obstante, se trata más bien de una decisión política del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero para hacer ver que no es más militarista de lo que fueron otros gobiernos anteriores.

Pero también hay una segunda razón: permite al presidente eludir compromisos internacionales adquiridos alegando una restricción que él mismo se ha impuesto y que además está en sus propias manos cambiarla. Es una excusa perfecta para rechazar, una y otra vez, el envío de más tropas a Afganistán bajo la operación aliada de la ISAF. Pero tampoco nos permitiría, por ejemplo, cumplir con el compromiso de la Fuerza de Reacción Rápida que quiere la Unión Europea.

No hay que olvidar que esta política perjudica también la seguridad de nuestros propios soldados desplegados en el terreno –que a lo mejor necesitan más fuerzas– y no al contrario, como afirman los socialistas. Además, ¿qué sentido tiene mantener dicho tope cuando ya se requiere la autorización parlamentaria para el envío de tropas en el exterior? Es una dificultad añadida a la hora de desplegar contingentes a nuevas misiones o rediseñar operaciones.

Un verdadero quebradero de cabeza para intentar cuadrar las cifras con ciertas confusiones entre las tropas que contabilizan y las que no. El primer despliegue español en el marco de la UNIFIL, en otoño de 2006, fue un claro ejemplo de las dificultades operativas que genera este límite numérico, que además obliga a tomar decisiones cuanto menos equivocadas, como abandonar una misión sin la tarea terminada para cubrir las necesidades en otra. Fue el caso de Haití y sin duda se repetirá en el futuro. Moratinos ha afirmado hace escasos días que desea que España lidere una fuerza permanente de países que protejan a los buques del acecho de los piratas en aguas del Índico. Si trata de una nueva misión en el exterior ¿de dónde va a sacar las tropas, de qué misión actual las va a sustraer?

Si nuestro país quiere contar con un mayor peso político y militar en el mundo deberá suprimir y elevar este límite numérico. El vecino Italia, por ejemplo, tiene más de 8.300 efectivos distribuidos en varias misiones en el exterior. Sin embargo, Zapatero parece haber renunciado a acercarse a los esfuerzos que realizan otros países europeos similares. Un estúpido límite que, además de escaso para nuestros compromisos, es muy perjudicial para nuestra imagen en el exterior.

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