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EDITORIAL

La ocultación en horas cruciales

Acebes informó casi en tiempo real de los datos que le suministraban. El testimonio de Escribano sería la primera prueba de que fueron otros los que se guardaron información.

Si algo hemos dicho desde el primer día en Libertad Digital es que en el caso del bórico lo de menos era el informe en sí. "Como en otras ocasiones, los medios menos afines al periodismo se centrarán en el ácido bórico cuando lo importante es que hubo alguien que se preocupó tanto incluso de una cosa tan nimia que decidió ocultársela al juez", escribimos el día en que se destapó el escándalo, y lo seguimos manteniendo. Lo que no sabíamos es que en el juicio se iban a descubrir cosas que exceden incluso del ya de por sí extenso ámbito de la investigación del 11-M para entrar de lleno en el uso político y mediático de los atentados.

Según el testimonio de Manuel Escribano, el jefe de los peritos a los que Garzón intentó amedrentar empleando su puesto de juez con fines espurios, la modificación del informe del ácido bórico no fue la primera irregularidad en la que se vio envuelto durante la instrucción del caso del 11-M. De entre todas las que ha relatado brilla con luz propia la revelación de que se le ordenó que retuviera los primeros informes sobre los explosivos oficialmente hallados en la Kangoo hasta las diez de la noche del 11 de marzo de 2004, impidiéndole incluso salir del laboratorio hasta que se cumpliera ese plazo.

Mucho se ha hablado sobre aquellos días de marzo y la posibilidad de que el PSOE y algunos de sus medios afines dispusieran de más información que el mismo Gobierno. El testimonio de Escribano encaja perfectamente con esa tesis. Acebes compareció a las nueve de la noche, dos horas después de que los peritos hubieran completado el análisis del explosivo pero una antes de que les permitieran salir del laboratorio. Y la cadena SER criticó aquella comparecencia inmediatamente después de producirse bajo la base de que lo que había explotado no era Titadyne y que el ministro no estaba informando con suficiente celeridad.

Bajo estos mimbres se construyó la teoría –de enorme éxito entre la opinión pública– que aseguraba que el Gobierno se guardó información. Lo cierto es que Acebes informó casi en tiempo real de los datos que le suministraban. El testimonio de Escribano sería la primera prueba fehaciente de que fueron otros los que se guardaron información. Habrá que preguntarse qué hicieron con ella entretanto. No parece muy complicado llegar a una respuesta.

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