José Antonio Carro (Zamora) me hace llegar unas interesantes disquisiciones sobre la distinción entre técnica y tecnología. La "técnica consiste fundamentalmente en la destreza para hacer algo que no sea un simple instinto". La destreza es "algo aprendido". Con el tiempo "de la habilidad humana para manejar artefactos hemos pasado a llamar técnica a los artefactos mismos". La tecnología es "el estudio de la técnica", pero también es "un conjunto" de técnicas. Añado que, con independencia del sentido originario que resume tan acertadamente don José Antonio, la tecnología es hoy, sobre todo, el conjunto de técnicas más avanzadas en los distintos campos científicos. Los diccionarios no recogen todavía ese uso, pero es el más corriente. Recuérdese lo de "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad".
José Manuel Sánchez Zorrilla ha cumplido los 81 años y es un ferviente aficionado a la internet. Lo dice como respuesta al comentario de Manuel M. Ramos, quien con 77 años también le da al emilio. Enhorabuena a los dos. Por cierto, un lingüista eminente con quien he trabado amistad, Francisco Marcos Marín (residente en San Antonio, Tejas) me dice que no le gusta mucho eso de "emilio" para el e-mail. Él prefiere ismael o esmalte. Hagan juego, señores.
Javier Esteve Pradera disiente de la peregrina teoría sobre la capacidad de "recuperar recuerdos y vivencias de nuestros antepasados a través del ADN". Don Javier considera que esos posibles "recuerdos y vivencias" de los antepasados desaparecen con la muerte de cada hombre. Algo de eso creo yo. Sin embargo, me queda la duda de cómo es que los niños pequeños aprenden tan rápidamente a manejar la cacharrería electrónica. Esos mismos niños se hacen en seguida con el "lenguaje" de la televisión o de los dibujos animados. Me imagino que en todo ello tiene que operar algún elemento hereditario que hace evolucionar el cerebro.
Juan J. Carballal se opone a las ensoñaciones de B.A. Garaycoechea sobre la posibilidad de recordar la herencia de nuestros antepasados. En efecto, sería algo tan disparatado como la "máquina del tiempo". Con mi formación de sociólogo empírico tengo que inclinarme más por la influencia del medio que de la herencia. No obstante el sentido común me dice que le herencia también cuenta. Aun así surge la duda a través de una sencilla observación: algunos hermanos se parecen físicamente entre ellos, pero su personalidad es muy diferente, a veces antagónica.
Luis Alfonso R. de Trío me cuenta la experiencia de su empresa con el "efecto 2000", lo que en inglés se denomina 2KY (= año 2000) y que don Luis traduce como "tuquegüay". En ese caso se contrató a una consultora multinacional para anticipar las nefastas consecuencias del cambio de milenio. Hubo que reunirse muchas veces y rellenar un sinfín de cuestionarios y otros protocolos. Se pidió la ayuda de algunos talleres de reparación ante una posible emergencia, pero contestaron que no sabían lo que era el "2KY" y que, en todo caso, no tenían ordenador. Al final, el programa informático para prevenir el posible daño, llegado el momento culminante de la noche de San Silvestre, emitió un mensaje felicitando a todos por el nuevo milenio. Es decir, el parto de los montes en la era informática. Algunas empresas de asesoramiento informático hicieron su agosto con ocasión de la fiebre del 2KY. No es fácil decidir si esa ganancia fue una innovación o una estafa.
José Antonio Martínez Pons (que sabe lo que dice y dice lo que sabe) expresa muchas dudas sobre la tesis oficial del "cambio climático, tanto sobre metodología de toma de datos como sobre estos mismos datos, conclusiones y predicciones. El clima de la Tierra no es algo estático, sino que está en constante cambio (vacas gordas-flacas) con ciclos más o menos largos". Comparto con don José Antonio las mismas cautelas. En épocas pasadas el equivalente de los temores del "cambio climático" pudo ser la amenaza de una guerra nuclear o la llegada del Apocalipsis (= la revelación sobre el fin del mundo).