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La izquierda mintió, gente murió

¿Alguien necesita que se le explique que un político es un abogado y un propagandista de la causa que promueve y que, en una democracia, cuando se toma la terrible decisión de recurrir a la guerra hay que defenderla públicamente?

Una nueva bocanada de aire impuro ha venido a dar aliento a la tambaleante estrategia obamita de arrancar en Irak la derrota de las fauces de la victoria, como parte de su camino a la Casa Blanca.

El nuevo informe del Comité de Inteligencia del Senado norteamericano sobre los orígenes de la Guerra de Irak muestra y demuestra, por enésima vez, que los servicios de inteligencia de Washington –por no hablar del puñado de los restantes en el mundo que permanecían activos en el país de Sadam– creían que el Gobierno baasista tenía armas de destrucción masiva, porque no existía ninguna constancia de que hubiera destruido los materiales de los que no había dado cuenta cuando expulsó a los inspectores a finales de 1998 y porque a través del régimen de sanciones había continuado mal que bien el proceso de investigación y producción. Y por supuesto, por su conducta.

Tras la guerra ni se encontraron ni se pudo saber si habían sido destruidos o no. Si lo fueron, todas las investigaciones de los inspectores de Naciones Unidas antes de la guerra y de los estadounidenses después no pudieron averiguar hasta el día de hoy ni dónde, ni cuándo, ni cómo, ni por quién, que ya es no averiguar. Las obvias perogrulladas de que lo que no se encuentra no quiere decir que no exista o de que algo que resulta no ser cierto pueda ser un error, no una mentira, se estrellan contra los dogmas de conveniencia sobre los que la izquierda ha montado su asalto al poder en varios países a escala nacional y contra la potencia norteamericana a escala global. Y que ha hecho creer a muchos en nuestra derecha.

Esos hechos, el nuevo informe los da por sentados en el primer y más extenso documento que dicho comité hizo público en el 2004. Esta segunda fase es acerca del uso de esa inteligencia por parte de la administración Bush. En el acto de presentación, el presidente del Comité, el demócrata Jay Rockefeller dijo "En su argumentación a favor de la guerra, la administración repetidamente presentó como hechos inteligencia que no estaba probada, o había sido contradicha o no existía". Devastador a primera vista, si no fuera que la evidencia que respalde esas afirmaciones no aparece por ninguna parte en el texto. Pero no importa. Todo lo que cuenta son los titulares y una colección de citas sacadas de contexto, conteniendo afirmaciones de las que también se puede decir que "o no probadas, o contradichas o inexistentes".

Lo que sí se encuentra, como ha destacado Fred Hiatt, del antiBush The Washington Post, citando entrecomillado el documento, es que sobre el programa de armas nucleares, las declaraciones del presidente "fueron generalmente probadas por las estimaciones de la comunidad de inteligencia". Sobre armas biológicas y los polémicos laboratorios móviles, las declaraciones "fueron probadas por la información de inteligencia". Lo que dijo sobre armas químicas "probado por información de inteligencia". Sobre misiles balísticos, ídem, sobre aviones sin piloto que podrían ser usado para llevar armas de destrucción masiva a sus blancos, ídem, ídem. Y exactamente lo mismo respecto a afirmaciones acerca del apoyo de Sadam a grupos terroristas y concretamente en cuanto a contactos entre Irak y al Qaeda.

¿Qué queda, pues? La afirmación de que "politizaron" la inteligencia, exagerando en la manera de presentarla y no mencionando alguna superminoritaria opinión disidente sobre algún punto. ¿Alguien necesita que se le explique que un político es un abogado y un propagandista de la causa que promueve y que, en una democracia, cuando se toma la terrible decisión de recurrir a la guerra hay que defenderla públicamente? Para politizaciones de la inteligencia, el documento demócrata que nos ocupa.

Lo más chocante del asunto es que los republicanos del comité responsable, a los que se negó acceso a la redacción del informe, adjuntan una apéndice lleno de frases de prominentes demócratas, parlamentarios y altos cargos de las administraciones Clinton, afirmando categóricamente lo que en boca de sus sucesores en el poder resulta ser exagerado o politizado. Empezando por un buen ramillete del propio Rockefeller, quien en octubre de 2002, en plena crisis de Irak en su fase de Naciones Unidas, dijo: "Ha habido algún debate sobre el grado de inminencia de la amenaza iraquí. Creo que Irak supone una amenaza inminente, pero también creo que tras el 11-S esta cuestión resulta cada vez más anticuada... Insistir en más pruebas podría poner a algunos conciudadanos en peligro. ¿Podemos correr el riesgo? Creo que no." Y el 5 de Febrero del 2003, mes y medio antes del comienzo de la guerra, nos asegura que "existe al menos una conexión sustancial entre Sadam y al Qaeda". En otras ocasiones afirmó taxativamente el desarrollo de armas nucleares y la posesión de químicas y biológicas por parte de Sadam.

Si todo el mundo hurgara en la hondura de la realidad, el informe se volvería contra sus autores. Pero cuentan con los muchos que patinan sobre la superficie para jalear de nuevo por unos días el "bush mintió y gente murió" y ocultar quien mintió y sigue instalado en la fructífera mentira. Es impresionante que medios españoles de derechas se hayan prestado a ese juego, como parte de la colonización mental izquierdista de la que son víctimas en este trascendental punto. No sólo han dejado pasar una oportunidad de reaccionar y sacudirse esa infausta dependencia, sino que la han reafirmado una vez más.

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