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Vicente Boceta

El ocaso de las ideas

La tropa socialdemócrata y/o peronista del PP, empezando por el señor Rajoy, se sintieron aludidos por la denuncia de la resignación a las ideas socialistas y en un alarde de integración trató de expulsar del centro-derecha a conservadores y liberales.

Como es bien sabido, las ideas tienen consecuencias. Por eso dar la batalla en la defensa de unas u otras influye de forma decisiva en la sociedad. El problema es que para que las ideas calen es necesario tiempo y persistencia, como la gota que orada la roca. Fue esa persistencia y esa determinación la que movieron a think tanks como el IEA, el Cato o el AEI a dar la batalla por las ideas liberales o conservadoras que al cabo de muchos años, 15 o 20, fructificó en los gobiernos de Thatcher y Reagan.

Hace más de un mes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre, lanzó, con su espléndido "No me resigno", la batalla de las ideas al ruedo de la política española. En mi opinión estaba claro que su objetivo era iniciar una lucha a largo plazo contra la propaganda permanente del PSOE y sus aliados mediáticos (Prisa, La Vanguardia, distintas televisiones, etc.), criminalizando al PP y tratando de expulsarle de la política española (Tinell).

Era una negativa no sólo a la rendición ante las pseudo-ideas socialistas sino también hacia la rendición que podría suponer el adoptar dichas ideas como medio del centro-derecha para llegar al poder. Se trata, en definitiva, de la vieja lucha entre el objetivo de alcanzar como sea el poder con las ideas como factor muy secundario o irrelevante frente a tratar de lograrlo para aplicar unas determinadas ideas y principios que se creen beneficiosos para la sociedad.

La tropa socialdemócrata y/o peronista del PP, empezando por el señor Rajoy, se sintieron aludidos por la denuncia de la resignación a las ideas socialistas ("quien se pica ajos come") y en un alarde de integración trató de expulsar del centro-derecha a conservadores y liberales. Se inició así una campaña de "todos contra Aguirre" en la que participaron, y participan, como un solo hombre, amantes de la libertad del calibre de El País, La Vanguardia, Fraga, Villalobos, Gallardón, confidenciales varios, etc. Dicho sea de paso, ¿me puede alguien citar actuaciones políticas del señor Gallardón que no sean socialistas? Más impuestos, más gasto público, más laicismo, más endeudamiento, menos libertad de enseñanza, más Estado del Bienestar...

"De bien nacidos es ser agradecidos", dice el refrán. Al parecer, lo más rentable políticamente es renegar y despreciar a aquellas personas y medios de comunicación que, con valentía y altos riesgos empresariales, contribuyeron decisivamente a darles una gran parte de esos 10.300.000 votos de los que presumen. (Algunos periodistas aseguran, ignoro con qué base, que ese apoyo les privó de muchos millones de votos con los que hubieran ganado sin estimar cuántos habrían perdido.) Ahora se trata de vituperarles al ver atacados sus nuevos enfoques políticos.

La nueva estrategia vuelve a ser la conocida de "si no puedes derrotarles, únete a ellos". Por eso se trata ahora de abrazar, en una nueva operación Roca, las ideas socialdemócratas del centro-izquierda. Piensan que así lograrán engañar al ala moderada del PSOE (actualmente desaparecida en combate o refugiada en Prisa) y obtener ese millón y medio de votos que necesitan para gobernar, con las nuevas ideas socialdemócratas adoptadas ahora por los herederos de la vieja AP de los siete magníficos, liderada por los Gallardón, Soria, Feijoo, Arriolobos, etc. ¡Pobres ilusos! El PSOE no se romperá. Nunca lo ha hecho o lo ha hecho por la abstención o por su extrema izquierda, como ahora. De hecho se observa ya un movimiento del señor Rodríguez Zapatero hacia el centro izquierda. En este travestismo político el centro derecha acabará perdiendo dos millones de votos del centro-derecha de progreso, ese liberalismo que muchos confidenciales odian y califican de "derechona". Votos que irán a parar a la abstención o a la socialdemocracia defensora de la España federal en lo político y por lo menos tan liberal como el señor Rajoy en lo económico, representada por Ciutadans y UPyD. Admito apuestas.

Porque conviene subrayar que en estos momentos nos encontramos en una situación predemocrática donde lo que está en juego es la propia organización del Estado (federal versus confederal) y la delimitación del campo de juego democrático entre el concepto integrador que permita jugar al centro derecha (socialcristianos, conservadores y liberales) y al centro izquierda socialdemócrata y naturalmente a otros partidos menores, frente a la alternativa soñada por Polanco de limitar el campo de juego a la social-democracia gallardonista (su concepto de derecha civilizada) y a la izquierda socialista de Zapatero, condenando a liberales y conservadores al fuego eterno.

Esta situación la han entendido perfectamente dos formaciones como Ciutadans y UPyD pero no ese nuevo partido en el que quiere transformar Rajoy al PP, que se encamina claramente a una suerte de CEDA, regionalizando el partido ó incluso aceptando, más o menos veladamente, ese "oximoron" de "nación de naciones", como ya ha hecho en Canarias, Comunidad Valenciana o Galicia. No otra cosa son los nuevos estatutos de autonomía apoyados por Arenas, Feijoo, Camps y ahora Basagoiti.

Atrás queda la defensa de un Estado federal o autonómico que recuperara las competencias educativas y garantizara la utilización de la lengua común de los españoles en toda la Nación y la igualdad de todos ante la ley. Atrás queda la defensa de la libertad de enseñanza y la oposición a la Educación para la Ciudadanía. Atrás queda la defensa de la Transición como elemento integrador y sanador de la reciente historia de España, como superación de la Segunda República, la Revolución del 34, la Guerra Civil y el franquismo. Atrás queda la defensa a ultranza de los principios de la civilización occidental (romana, griega y judeocristiana) en aras del relativismo, multiculturalismo y laicismo a ultranza defendido por la socialdemocracia. Atrás quedan la defensa de las ideas y principios de la economía de mercado en aras de un renovado intervencionismo económico propio de los "socialistas de todos los partidos". Atrás queda el centro derecha liberal, conservador o socialcristiano tras haber renegado de él abiertamente el señor Gallardón y el "centrista Fraga".

De la batalla de las ideas se ha pasado al ocaso de las ideas. Sin embargo son éstas las que a largo plazo pueden ganar la batalla al socialismo en España, batalla que nunca se ganará si, de entrada, se aceptan las tesis socialdemócratas de Gallardón-Rajoy o los Peces-Barba de turno, que equiparan públicamente a los críticos de Rajoy con los partidarios del 23-F, en otro alarde de tolerancia y centrismo. Al parecer el gran debate de ideas es ahora entre el talante y la actitud, ambos naturalmente de centro.

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