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Mark Steyn

El Congreso debería demandarse a sí mismo

Me puse a ver a los ejecutivos de las petroleras declarar ante el Congreso. Ese fue mi primer error. Si la memoria no me falla, el canal 137 estaba echando una lucha de lesbianas en el barro, por cierto bastante menos amañada que lo del Congreso.

El otro día me puse a ver a los ejecutivos de las petroleras declarar ante el Congreso. Ese fue mi primer error. Si la memoria no me falla, al mismo tiempo el canal 137 estaba echando una lucha de lesbianas en el barro, por cierto bastante menos amañada que lo del Congreso. La representante Debbie Wasserman Schultz conocía bien el procedimiento: "No puedo decir que haya pruebas de que esté manipulando los precios, pero estoy segura de que probablemente lo esté haciendo. De manera que demuéstreme que no lo hace."

Si yo hubiera estado en los carísimos zapatos del indefenso ejecutivo de compañía petrolífera, habría respondido, "Oiga, usted primero. No puedo decir que haya pruebas de que se esté acostando con aves de corral, pero estoy seguro de que probablemente lo está haciendo. De manera que demuéstreme que no lo hace. Señora mía, ¿qué fue de la presunción de inocencia? ¿Acaso tendré que quejarme ante las Naciones Unidas en Ginebra de que la Cámara de Representantes viola la Declaración Universal de los Derechos Humanos?"

Este es el motivo de que a mí no me llamen a prestar testimonio ante el Congreso. De manera que, en vez de hacer esto, el ejecutivo se deslizó de forma tan oleaginosa como el producto que vende ante esos presuntuosos del Subcomité de Posturas Televisadas de la Cámara. Después cambiaron de tema y aprobaron por 324 votos contra 82 la denominada ley NOPEP. En la práctica, esta ley es una demanda contra la OPEP, que, si no recuerdo mal, es el acrónimo de Organización de Países que Explotan el precio del Petróleo. "¡No más guerra por petróleo!," como rezaban aquellas pegatinas. Es mejor un gigantesco pleito por el petróleo. ¡Ese sí que es el estilo norteamericano!

Será ilegal y constituirá una violación de esta Ley limitar la producción o la distribución de petróleo, gas natural o cualquier otro derivado del crudo... o tomar cualquier otra medida restrictiva del comercio del petróleo, el gas natural o cualquier producto derivado del crudo cuando tal acción, concertación o medida colectiva tenga un efecto directo, sustancial y razonablemente predecible sobre el mercado, la oferta, el precio o la distribución del petróleo, gas natural o cualquier producto derivado del petróleo en Estados Unidos.

Muy bien. Pero antes de que empecemos a demandar a jeques de distantes países exóticos por violar la ley NOPEP, ¿por qué no empezamos por demandar al Congreso? Después de todo, ¿quién está "limitando la producción o distribución del petróleo" aquí mismo en Estados Unidos, obligando legalmente a que no haya ninguna prospección en el Golfo de Florida o en la Mini Reserva Nacional del Ártico?

La propia congresista Wasserman Schultz le dijo a Neil Cavuto en Fox News, que "no podemos salir de este problema a golpe de prospecciones". Bueno, tal vez no. Pero a golpe de prospección quizá sí pudiéramos devolver el precio de la gasolina a tres pavos y cuarto el galón. Más aún cuando la Cámara de Representantes ha declarado "ilegal" que el Gobierno de Arabia Saudí restrinja su producción petrolera. Entonces, ¿por qué sigue siendo legal que el Gobierno de los Estados Unidos restrinja la suya? De hecho, el Gobierno de los Estados Unidos coarta bastante cualquier forma de producción energética que no sea su fetiche del momento, el etanol impuesto por la legislación federal.

¿Energía nuclear? Bufff, no me recuerde el accidente nuclear de Three Mile Island. Vale, nadie se acuerda, pero tanto los niños como cualquiera que tenga menos de 40 años pueden buscarlo en los libros de texto de sus abuelos. ¿Carbón? Buffff. No, tío, que eso se come nuestros créditos de emisión de carbono. ¿Y qué tal volver a la línea ferroviaria de Atchison, Topeka y Santa Fe y empezar a cruzar el país de un extremo a otro en trenes de vapor propulsados con madera? ¿Estás loco? Piensa en la tala indiscriminada. No podemos dejar nuestra huella en zonas ecológicamente sensibles como los bosques.

La congresista Wasserman Schultz cree en "energías alternativas", lo cual no significa nuclear, como en Francia, sino solar y eólica. Por el momento, la energía solar supone aproximadamente el 0,1% de la producción eléctrica norteamericana, la mayor parte de la cual se destina a calentar las piscinas. De manera que si los encargos de piscinas se multiplicasen por 10, puede que llegásemos al 1%, aunque la única manera de que todos esos propietarios puedan permitirse construir sus nuevas piscinas sería a través del tipo de actividad económica que depende del petróleo, el gas y otras formas de energía federalmente prohibidas. De manera que el Congreso se dedica a arrastrar a los ejecutivos de las petroleras a un juicio soviético versión sainete y a continuación aprueba algo tan irrelevante como la ley NOPEP para salvar el tipo.

Hace poco la revista New Yorker publicaba una gran columna titulada La caída del conservadurismo. Desde luego, este noviembre no va a ser agradable para quienes tiramos más bien hacia la derecha. Muchas voces liberal-conservadoras de los medios dicen que así son las cosas, y que debemos acostumbrarnos. Los electores quieren que el Estado "arregle" la sanidad, los precios de la gasolina, y el medio ambiente, y si todo lo que tienes que ofrecer a cambio son las virtudes del Estado limitado, acabas tú también por sonar algo limitadillo (y además, mezquino y siniestro para con los verdaderos problemas de las vidas reales de la gente real). Gritar "¡Alto!" frente al tren de los acontecimientos era un bonito discurso de William F. Buckley, pero no es una postura muy práctica para ningún partido político que desee seguir siéndolo. "El hecho del cambio es el gran hecho de la vida humana," escribe mi colega de National Review David Frum en Comeback, su atinada crítica del movimiento conservador.

David tiene razón. El cambio es una constante. Usted es un gran magnate del ferrocarril y todo va como la seda hasta que alguien inventa el automóvil y un gran pájaro de metal que alberga a cientos de personas en su interior, algo que nunca previó porque pensaba que se dedicaba al negocio del ferrocarril y no al sector del transporte. Ese tipo de cambio es el estimulante ritmo de la vida norteamericana.

Pero el "cambio" del Estado, el cambio de Obama, el cambio de la ley NOPEP nada tienen que ver con eso. De hecho, estos cambios obstaculizan el auténtico cambio dinámico. En energía, en ecologismo, en sanidad, el "cambio" del Estado no sirve más que para poner en marcha la siguiente crisis y al próximo político que prometa paliarla. Así, nos quejamos del precio de la gasolina y nuestros líderes responden con legislaciones de cara a la galería como NOPEP y lastres regulatorios ecológicos para darse palmaditas en la espalda, tales como meter al oso polar en la lista de especies en peligro de extinción, al tiempo que se aseguran de que seguimos financiando cualquier escuela coránica y mezquita radical del planeta. En Gran Bretaña, las nuevas "tasas verdes" no sirven para "salvar el planeta", aunque se estima que cuestan a cada familia alrededor de 6.000 dólares al año. Ese es el cambio en el que se puede creer.

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