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EDITORIAL

La inútil condescendencia hacia la dictadura cubana

La marca de fábrica de la diplomacia socialista es el apoyo indisimulado de los peores especímenes latinoamericanos, dictadores y dirigentes populistas que, al ser de izquierdas, reciben los parabienes de Zapatero.

Ya hemos visto para qué sirve bajarse los pantalones ante la dictadura cubana. La reacción del régimen comunista de los hermanos Castro al levantamiento de las sanciones diplomáticas ha sido la detención de varios representantes de la oposición democrática y las palabras del anciano criminal despreciando la decisión de la Unión Europea. No podía tener peor recibimiento el único éxito diplomático en Europa del que pueden presumir Moratinos y Zapatero.

No obstante, lo importante no es tanto la reacción del régimen como el mismo hecho de que nuestros esfuerzos vayan encaminados a beneficiar a una de las más antiguas dictaduras del mundo. La marca de fábrica de la diplomacia socialista es el apoyo indisimulado de los peores especímenes latinoamericanos, dictadores y dirigentes populistas que, al ser de izquierdas, reciben los parabienes de Zapatero, por más sufrimiento que hagan padecer a sus súbditos. Porque, efectivamente, permitir la compra de ollas exprés o neveras se puede calificar de muchas maneras, pero no de "proceso de reformas" en un país en el que se mete en la cárcel a quien se atreve a pensar distinto.

Se puede argumentar que ni las muy leves sanciones decididas en el seno de la Unión Europea ni el más decidido y duradero embargo de Estados Unidos han logrado nada. Sin embargo, resulta sorprendente que los mismos que defiende esta realidad como una razón para levantar cualquier forma de castigo al régimen cubano celebren el éxito internacional obtenido con el boicot a Sudáfrica, que puso fin al régimen del apartheid. Quizá una sanción similar, que sí podría recibir el nombre de bloqueo con el que los propagandistas del régimen califican el leve embargo estadounidense, compartida y apoyada por los principales países americanos y europeos, podría obtener un éxito similar. Pero claro, Castro es de izquierdas, así que jamás padecerá una condena tan unánime como la que sufrió Sudáfrica y siempre dispondrá de zapateros dispuestos a contemporizar y comprender sus "razones".

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