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La defensa y la seguridad según Sarkozy

El documento plantea algunas medidas enérgicas como la reducción de 54.000 efectivos en un plazo de 6 a 7 años, o la decisión de construir un segundo portaaviones (3.500 millones de euros) para el 2012.

Era el informe más esperado del nuevo quinquenio francés presidido por Nicolás Sarkozy: el nuevo Libro Blanco de la Defensa y de la Seguridad Nacional, que sustituirá al de 1994. Es fruto de un año de reflexión colectiva entre militares, políticos y numerosos expertos en la materia, tanto de la izquierda como de la derecha. Y éste es precisamente uno de los grandes valores de este informe: las cavilaciones colectivas para aunar medios y misiones, para diseñar unas nuevas fuerzas armadas con menos hombres pero con más información y más movilidad, para hacer frente a las nuevas formas de amenaza, empezando por el terrorismo y pasando por la proliferación de armas de destrucción masiva, y para sacar finalmente a la luz este análisis prospectivo para los próximos 15 años.

El documento plantea algunas medidas enérgicas como la reducción de 54.000 efectivos en un plazo de 6 a 7 años, o la decisión de construir un segundo portaaviones (3.500 millones de euros) para el 2012. Todos ello para tener un nuevo modelo de fuerzas armadas que se articule alrededor de cinco grandes funciones estratégicas: la información (conocimiento y anticipación), definida por Sarkozy como la línea primordial de la defensa; la prevención de conflictos, que se ajustará en un eje geográfico prioritario –desde el Atlántico hasta el Índico–; la disuasión, elemento esencial de la estrategia nacional; la protección de la población y del territorio francés y la intervención de las fuerzas armadas francesas en el mundo.

Destaca la apuesta por el regreso de Francia a la estructura de mando militar de la OTAN, de donde se retiró Charles de Gaulle hace más de cuarenta años. Eso sí, con tres excepciones: la independencia total de sus fuerzas nucleares, por lo que Francia no pasará a integrar el Grupo de Planes Nucleares de la Alianza; la voluntad de mantener su independencia y su autonomía estratégica, no quedando comprometida a participar automáticamente en las acciones de la OTAN; la libertad permanente de decisión, por lo que ninguna fuerza francesa estará de forma permanente bajo mando de la OTAN en tiempo de paz. Es decir, se trata de los mismos puntos clave que el general De Gaulle esgrimió para dejar la Alianza Atlántica en 1966. ¿Qué ha cambiado entonces? No todos se fían de Francia, pero la decisión quiere verse como una consecuencia lógica de la normalización las relaciones con Washington impulsada por Sarkozy y también con la propia Alianza, ya que Francia mantiene en la actualidad a miles de soldados bajo mando de la OTAN en Kosovo y Afganistán.

La apuesta que hace Francia por la OTAN en el Libro Blanco es, sin embargo, menos entusiasta de la que hace por la defensa europea, para la que trata de relanzar el proyecto europeo de 1999 de disponer de una fuerza desplegable de 60.000 hombres, además de apoyar la europeización de la industria de defensa. Sarkozy apuesta por Europa precisamente cuando ésta está más frágil que nunca, pero sin duda pesa el hecho de que París asume en julio la presidencia de la Unión Europea.

El enorme esfuerzo que ha supuesto la realización de este Libro Blanco –350 páginas– no le exime de estar lleno de interrogantes que sólo el tiempo resolverá: cómo integrar la noción de defensa y seguridad, cómo no confundir lo militar con lo civil en algunos ámbitos, si adaptar los medios a un área geográfica o bien a la naturaleza de las amenazas, etc. En Francia, la oposición se mantiene escéptica frente al nuevo documento mientras un grupo de militares de alta graduación ha criticado abiertamente la reforma del sistema de defensa en las páginas del periódico Le Figaro. Se hacen llamar Surcouf –nombre de un corsario francés del siglo XVIII– y denuncian la calidad del informe y sus numerosas incoherencias, además de advertir que con la reforma dejarían el liderazgo militar europeo a los británicos y ellos pasarían a jugar en la misma división que Italia: "Estaremos mejor informados, pero tendremos menos capacidad de actuación", subrayan los críticos militares. La polémica está servida.

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