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Carlos Semprún Maura

Ingrid y los lobos

No puedo terminar sin rendir mi personal homenaje al presidente Álvaro Uribe, y no sólo por el éxito de esta delicada operación de rescate, sino por toda su política contra las FARC.

Debo confesar que estoy hasta la coronilla de Ingrid Betancourt. No por culpa suya, claro, sino porque todo el mundo habla exclusivamente de ella desde hace casi una semana, y lo hace en términos tan exagerados, ditirámbicos y fantasiosos que indigestan. Para mí es una víctima que se portó dignamente, pero no una heroína ni una mujer excepcional con dotes de jefa de Estado, como dicen. ¡Pamplinas!

Ahora se ve claro que su video y su carta de noviembre pasado, en los que se presentaba como una moribunda, eran una trampa o, al menos, una exageración voluntaria. Betancourt goza de buena salud. Pero ¿quién en su situación, si tiene la oportunidad, no haría lo mismo, para "alimentar" la campaña a su favor, y darle un toque de urgencia?

La única que metió la pata yendo a contracorriente fue Ségolène Royal, quien declaró que Sarkozy no tiene absolutamente nada que ver en la liberación de Ingrid Betancourt. Ser de buena familia militar y haber estudiado en colegios de monjas no predispone a la inteligencia, pero ella, además, es boba de nacimiento. Claro, todos se la echaron encima: no sólo Fillon, Raffarin y la UMP, sino también varios dirigentes socialistas, Jack Lang el primero. En Francia es imposible frenar una gran satisfacción chovinista, y cuando se afirma por doquier que ha sido Francia quien ha liberado a Ingrid Betancourt, y como ella misma, apenas pisó el suelo francés, declaró lo mismo –"Se lo debo todo a Francia y a su presidente"–, Royal no iba a poder serenar los ánimos ni el autobombo.

Pero veamos, breve y objetivamente, cual ha sido el papel de Francia y su presidente en este asunto. Precisaré que Sarkozy y Kouchner (desde Bogotá), al igual que algunos periodistas y observadores, han rendido un justo homenaje a Álvaro Uribe y a la acción audaz y lograda de los servicios de Inteligencia del ejército colombiano. Ya Dominique de Villepin, con el beneplácito de Chirac, envió un avión "clandestino", junto a la frontera colombiana, después de supuestas negociaciones secretas con los FARC. Regresó vacío. Como todos los aviones enviados luego por Sarkozy, como todas las negociaciones secretas con los FARC, que fracasaron rotundamente.

Lo que sí es cierto, en cambio, es que desde las más altas autoridades del Estado hasta los espontáneos "comités de apoyo", pasando por todos los medios de comunicación, en Francia se hizo una gran campaña a favor de Ingrid Betancourt y de su liberación. ¿Qué papel exacto ha desempeñado en su liberación efectiva? Es difícil precisarlo. Olvidemos, por ahora, en estos momentos de euforia y alegría, las chorradas que también se dijeron, los ataques absurdos a Álvaro Uribe y los elogios aún más absurdos al gorila Hugo Chávez, sobre todo por parte de la familia, más necios los unos que los otros.

No puedo terminar sin rendir mi personal homenaje al presidente Álvaro Uribe, y no sólo por el éxito de esta delicada operación de rescate, sino por toda su política contra las FARC, que se distingue de la de sus predecesores por su voluntad firme de liquidar a ese ejército terrorista de narcotraficantes por las armas, sin compromisos ni vacilaciones. Una política que ya ha asestado duros golpes a esa banda de asesinos y de secuestradores a la que tanto ayudan Chávez y Correa.

Una lección política también para España, si quisiéramos luchar contra ETA, y no conversar.

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