Menú
Álvaro Vermoet Hidalgo

Aquí el votante de centro-izquierda

¡Qué imagen tienen que tener Mariano y los marianistas de sí mismos para pensar que sólo si se derrumba España les darán su voto!

Parece claro que el marianismo se está construyendo sobre dos hipótesis. La primera es que el Partido Popular llegó el 9-M a su techo de votos de centro-derecha y que todo crecimiento relativo respecto al PSOE deberá venir de la mano de un acercamiento al votante de centro-izquierda o, como mucho, de una mayor abstención de las bases socialistas. La segunda es que el votante de centro-derecha es, además de huérfano, imbécil, de tal forma que se le puede maltratar y despreciar que el tío seguirá votando al partido conservador español.

Ambas hipótesis son contestables. A lo primero ya contestó Aznar, recordando que en 1996 primero ganaron y después dialogaron, de tal forma que lo que se hizo fue convencer al electorado del proyecto liberal-conservador que había rechazado en elecciones anteriores, no convencerse a sí mismos de que la gente había hecho bien abrazando el felipismo, a ver si así les votaban. Yo no he sido nunca votante de centro-izquierda. Primero porque cuando yo militaba en asociaciones de izquierdas no tenía edad para votar, y segundo porque el PSOE, en el marxismo, estaba muy mal visto. Pese a ello, me gustaría, por una vez, ponerme en el lugar del votante de centro-izquierda.

No hace mucho salieron a la luz unas imágenes de Esperanza Aguirre contestando a una sindicalista de la oposición que había gritado "¡Viva Gallardón!", a la que decía algo así como "¿Tú le votas?". He ahí la clave. Para la izquierda, alabar a Gallardón puede estar bien para tocar las narices al PP, dando a entender que siempre, desde que se nos fue de la presidencia don Manuel, el PP ha estado secuestrado por un grupo de extrema derecha que no tiene nada que ver con la derecha europea, con la derecha que no es de derechas sino "centrista", con la derecha normal en el mundo civilizado, de la cual es, ha sido, y será ejemplo eterno Gallardón. La cosa es que no le votan. No creo que nuestra amiga la sindicalista liberada llegara a contestar nada a la presidenta, pero ¿alguien duda de la respuesta?

La tesis marianista es que habrá, con todo, algún votante que, si la indigencia se hace dura tras la no-crisis y la posterior no-recesión, se puede plantear votar a esos tipos que tan mal le caen pero que saben gestionar la economía y que esta legislatura se están haciendo los majos aparentando arrepentimiento por su maldad oponiéndose al diálogo con ETA y al separatismo catalán. ¡Qué imagen tienen que tener Mariano y los marianistas de sí mismos para pensar que sólo si se derrumba España les darán su voto! Con todo, aceptando tal tesis, nuestro amigo de centro-izquierda no iba a votar a Mariano Rajoy. No, porque si de algo le está convenciendo don Mariano es que ha sido un radical de extrema derecha estos cuatro años y que está fingiendo ahora, o que fingió entonces y que se arrepiente ahora. En todo caso le dará igual, porque si se tercia el panorama anterior tendrá que dar las gracias si el Candidatodón le deja pegar un cartel electoral en Galicia.

Llega tarde el marianismo si no es para la regencia de ese político de Madrid llamado Alberto (como le llama su señoría del caso Malaya, por no estigmatizar, se entiende), que lleva años defendiendo esto que comentamos hoy. Porque, don Mariano, no se puede llevar al Congreso a Aquilino Polaino y luego ver si se convence a los curas para que acaben con los medios incómodos al consenso del nuevo régimen; no se puede pasar del conservadurismo carca a la progresía retrospectiva pisoteando el liberalismo nacional español que le ha apoyado estos cuatro años y los símbolos de la resistencia constitucional en Madrid, en Cataluña y, sobre todo, en el País Vasco. Vamos, se puede. Pero gratis no.

En España

    0
    comentarios