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Amando de Miguel

Diálogos de la lengua

No me molesta esa insistencia de las otras lenguas españolas que no son el castellano para que nos adaptemos a sus peculiaridades fonéticas, para no traducir algunos nombres o instituciones.

Ante la polémica de si castellano o español, Pelayo Molinero (Londres, Inglaterra) arguye que “Castilla” como tal ya no existe. El error fue haber desgajado de la Castilla histórica nada menos que Madrid, Cantabria y La Rioja. Todo eso es cierto, pero, a mi parecer, el gran éxito histórico de la vieja Castilla fue que el idioma castellano se hizo español y ahora se habla en una veintena de países. No solo eso. Después del inglés, el español es el idioma que más demanda tiene en el mundo para ser aprendido como segunda lengua. Si bien se mira, esa es la mejor confirmación del triunfo histórico de la vieja Castilla. Aunque no estaría mal que Castilla y León formara una sola autonomía con Cantabria y La Rioja. Pero me parece que llegamos tarde.

Armando Platero protesta de que tengamos que decir President para referirnos a Cataluña, cuando, al hablar de los Estados Unidos, lo correcto es traducir Presidente. Hay más ejemplos, de todos conocidos, que cita don Armando: la adaptación fonética de los nombres propios (Getxo) o de los topónimos (Lleida). A mí no me molesta esa insistencia de las otras lenguas españolas que no son el castellano para que nos adaptemos a sus peculiaridades fonéticas, para no traducir algunos nombres o instituciones. Esa es la señal más clara de que se trata de “lenguas étnicas” (no se aprenden masivamente fuera de su territorio privativo). En cambio, el inglés o el español son “lenguas internacionales”. Por más que quieran sus defensores, el vasco, el catalán, el gallego o el bable (entre otros menores) no serán nunca lenguas internacionales. Lo cual no obsta para que, vistas por sus hablantes, esas lenguas étnicas sean entrañables.

Son legión los libertarios que me indican que, a través de la internet, se pueden encontrar muchos traductores de euskera al español. Así que transmito la información a José Mª Navia Osorio, aunque sospecho que su comentario fue una humorada. En cambio, la reacción de algunos libertarios al respecto se halla atravesada de ira. Por ejemplo, Xabier Herrarte (San Diego, California) se desahoga así con ocasión de haber citado yo la apreciación de don José Mª: “Estaría bien que antes de soltar semejantes sandeces, fuera usted un poco más serio, e hiciera un pequeño esfuerzo en comprobar lo que dice. Le agradecería que se retractase de lo dicho en un próximo artículo”. Pues bien, me parece difícil retractarme de haber transmitido aquí lo que contó don José Mª sobre sus tribulaciones con los traductores internéticos. Una vez más, tengo que insistir en que mi misión no es la de comprobar la veracidad de lo que me dicen los libertarios. Aunque me hiciera cargo de esa tarea, no tendría medios materiales para tamaña empresa. Bastante trabajo supone tener que recoger los comentarios de los libertarios, incluidos los regüeldos de los torquemadas hodiernos. Pero, en fin, esa es la gracia de la lengua viva.

Xavier Burjons –a propósito de lo del traductor internético que echa en falta José Mª Navia Osorio- razona así: “sería deseable que una persona que presume de contar las cosas como son contrastara la información, a no ser que lo haga adrede para poder argumentar sus ideas, por mucho que se alejen de la realidad”. Que conste que yo no presumo de contar las cosas como son; inevitablemente son lo que me parecen. Como decía Miguel de Unamuno, no puedo ser objetivo, porque no soy un objeto; soy un sujeto.

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