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EDITORIAL

Rajoy, una de cal y dos de arena

El actual presidente del PP ha mezclado la loable defensa de la libertad frente al terrorismo y la certera crítica a las contradicciones de la izquierda, especialmente en cuestiones económicas, con un nuevo y lamentable ejercicio de confusionismo.

Por quinto año consecutivo, la fundación FAES, referente obligado del centro-derecha español, ha sido la sede de algunos de los discursos políticos más interesantes del momento. A las docenas de expertos en economía, derecho, relaciones internacionales y Ciencia Política, el laboratorio de ideas presidido por José María Aznar ha reunido a numerosos políticos del PP para que a través de sus charlas y conferencias fijen la línea ideológica de su partido. Este año, la última jornada del evento ha coincidido con el aniversario de la muerte de Miguel Ángel Blanco. Para rememorar el asesinado terrorista y rendir homenaje a todas las víctimas de ETA, FAES ha invitado a Mari Mar Blanco, quien ha recordado la coherencia y responsabilidad del Gobierno de entonces.

La clausura ha corrido a cargo de Mariano Rajoy. En su intervención, el actual presidente del PP ha mezclado la loable defensa de la libertad frente al terrorismo y la certera crítica a las contradicciones de la izquierda, especialmente en cuestiones económicas, con un nuevo y lamentable ejercicio de confusionismo en torno a los supuestos centrismo, moderantismo e independencia de su partido.

Resulta especialmente contradictorio que en un foro caracterizado por el rigor y la claridad de ideas, Mariano Rajoy haya optado por ofrecernos una nueva versión de esa vaga redefinición del PP que tan flaco favor hace a ese respeto a principios y valores del que tanto se enorgullece. Una vez más, el empecinamiento empaña un discurso brillante (su propuesta de liberalización económica como remedio a la crisis es especialmente pertinente en estos momentos) con la utilización de conceptos vacíos y la cansina referencia a la independencia de su partido, como si hasta ahora no lo hubiera sido. ¿Acaso no lo fue hasta ahora? Más que reforzar su puesto como presidente del PP, la insistencia de Rajoy en la independencia sugiere un liderazgo débil que, a falta de acciones que lo demuestren, se refugia en una retórica defensiva e innecesaria que sólo aumenta las dudas en torno a su idoneidad y futuro como alternativa a Rodríguez Zapatero.

Por otra parte, Rajoy ha perdido una ocasión de oro para plantar cara al radicalismo social del Gobierno y definir de una vez la postura de su partido en asuntos como el aborto libre, la eutanasia y el laicismo, temas que quieran o no los dirigentes del PP marcaran la agenda política en los próximos meses y ante los que urge que su partido se pronuncie. De no ser así, la tan cacareada independencia de que hace gala Rajoy será puesta en entredicho por él mismo. Y lo que es incluso peor, también la firmeza y la claridad de ideas de las que se jacta se verán mermadas por la impotencia e incapacidad del partido que recoge los votos de la inmensa mayoría de los ciudadanos que no comparten los experimentos de ingeniería social de Zapatero para articular un discurso social y cultural propio.

Es hora de que la oposición se comporte como tal. Una cosa es que el Gobierno plantee reformas que importan a muy pocos y otra que el PP ignore la importancia de las iniciativas gubernamentales y se abstenga de plantarles cara. Que en ocasiones renunciase a ello en el pasado no significa que lo haga también ahora. Eso sí que supondría un cambio a mejor. Sin embargo, Rajoy, haciendo uso de su independencia, parece opinar otra cosa. Sin embargo, no hay libertad sin responsabilidad, ni siquiera en política.

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