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EDITORIAL

Como para pasar página

No, no se puede olvidar lo que sucedió el 11-M. No sólo porque averiguar la verdad es algo que les debemos a las víctimas, sino porque quienes ordenaron el atentado no han sido condenados y siguen libres para volver a repetirlo.

Innumerables políticos y periodistas tenían ya decidido qué iban a decir antes de que la Audiencia Nacional dictara sentencia y, cómo no, también antes de que el Supremo resolviera los recursos presentados. Sólo así se entiende que De la Vega haya llegado a afirmar que "en su momento la sentencia judicial dictada por la Audiencia Nacional despejó las dudas, dijo qué ocurrió, cómo ocurrió y quién lo hizo" y que el Supremo "confirma lo que determinó la Audiencia Nacional" y, por lo tanto, "termina de despejar cualquier sombra de duda".

Sin embargo, para todos aquellos realmente interesados en saber qué ocurrió, cómo ocurrió y quién lo hizo, la decisión del Tribunal Supremo confirma lo lejos que estamos de saberlo. Quienes han insistido durante años que el culpable no fue ETA sino Al-Qaeda, burlándose de quienes sólo apuntaron al terrorismo nacionalista vasco como una posibilidad que merecía investigarse, ahora tendrán que leer en la sentencia del Supremo que los responsables fueron "un grupo u organización terrorista diferente e independiente" de la banda terrorista liderada por Bin Laden. Salen además absueltos dos de los integrantes de la llamada célula de Virgen del Coro, cuyos miembros eran los únicos que tenían de verdad vínculos serios con el mundo islamista radical.

De hecho, certifica que no se sabe quién o quiénes fueron los autores intelectuales de la masacre. Ninguno de los tres que nos vendieron ha sido condenado por ello; tampoco El Egipcio, que fue el que se presentó como definitivo cuando se celebró el juicio. Tras esta resolución, los defensores de la versión oficial pasarán ahora a defender la tesis de que fueron los muertos de Leganés quienes idearon el atentado, pero incluso esa postura queda debilitada, porque tampoco está tan clara ya la autoría material de éstos.

Y es que la sentencia confirma la absolución de Abdelmahid Bouchar, que huyera del piso antes de la explosión, y deja en libertad al lugarteniente de Jamal Ahmidan. El Fadual. Cierto es que explicita que hay indicios suficientes para culpabilizar, así, colectivamente, a la célula de Leganés, pero admite que no se puede imputar nada a nadie individualmente. Parece que para haber participado en el atentado hay que llamarse Zougam o haber muerto en aquella explosión.

Tampoco sabemos con qué mataron a 192 personas el 11 de marzo de 2004. El Supremo, de hecho, le reprocha a Del Olmo la destrucción de los trenes, por impedir "un estudio posterior más reposado y en profundidad, e incluso su reiteración de haber sido necesaria, de aspectos que pudieran haber resultado de interés para la investigación". No sabemos quién ordenó la masacre ni con qué se llevó a cabo. ¿Y aún pretenden contarnos que está todo claro, que hay que pasar página?

No, no se puede olvidar lo que sucedió el 11-M. No sólo porque averiguar la verdad es algo que les debemos a las víctimas, sino porque quienes ordenaron el atentado no han sido condenados y siguen libres para volver a repetirlo. Por eso debemos seguir haciéndonos la pregunta fundamental: ¿quién ha sido? Frente a tantos que sólo desean enterrar lo sucedido como algo del pasado, nosotros seguiremos intentando averiguarlo.

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