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Gabriel Moris

Lo que no nos explica la sentencia del Supremo

Resulta extraño que por parte del Poder Judicial no se inste a reabrir la investigación, dado que los resultados de la sentencia sólo son un esbozo de lo que podría constituir una sentencia definitiva sobre el caso.

Como víctima del atentado del 11-M no puedo resistirme a hacer algún comentario respecto a la sentencia dictada por el Tribunal Supremo sobre el mayor atentado terrorista de nuestra historia y de la de Europa comunitaria. He de confesar que no esperaba nada importante. La historia reciente del proceso del 11-M no nos permite ser optimistas: instrucción orientada a sustentar una versión de los hechos tan irracional como interesada, sentencia de la Audiencia Nacional en la misma línea, si bien con matices importantes –la ausencia de móvil y de instigadores– y actitudes de todos los poderes, públicos y mediáticos, propicias al silencio, al olvido y al pasar página de una masacre que ya ha dado sus frutos. Y sobre todo, de una masacre que puede originar quebraderos de cabeza a todo un Estado de Derecho. Todo el mundo, incluso el pueblo que sufrió el crimen, está por que es mejor "no meneallo y no enmendallo".

En la misma línea ha ido la sentencia del Tribunal Supremo. Aunque, eso sí, con algunos detalles. Se ha intentado salvar la cara de una justicia dependiente y manipulada por el poder político. No obstante, por mucho que se esfuercen, ya resulta difícil cambiar una realidad y una imagen que el propio Poder Judicial se ha ido ganando a pulso y día a día. Si recordamos lo que fueron la investigación policial, la instrucción sumarial, la investigación de responsabilidades políticas y la sentencia de la Audiencia Nacional, la del Tribunal Supremo no ha roto la línea del tristemente famoso proceso judicial. No podía ser de otra forma. Sin embargo, y dado que algo tenía que hacer este estamento judicial, creo que algunos detalles podrían ser síntoma de que lo que mal empieza mal acaba.

El Tribunal Supremo pone fin de forma explícita a las informaciones falaces e interesadas en asociar los atentados a la guerra de Irak y a Al Qaeda. Con ello, creo que se presta un buen servicio tanto a la lógica de los acontecimientos como a las futuras investigaciones. Creo que las alusiones a ETA, exculpándola de toda vinculación con el 11-M, no han sido corroboradas. Claro que, al no haberse investigado su participación, no podía ser sujeto en la sentencia. El carácter islamista queda en entredicho al absolver a los tres imputados que parecían tener alguna vinculación con grupos religiosos, uno lugarteniente de "El Chino" y otro militante del PSOE, para más señas.

Los cadáveres de Leganés también han sido indultados. No podía ser de otro modo. ¿En qué cabeza cabe que una sentencia recaiga sobre un cadáver? Sin embargo, me sorprende lo que se ha sentenciado sobre Bouchar, el hombre que según nos cuentan abandonó el edificio de Leganés en el que se encontraron los cadáveres que ahora han indultado. Otro de los aspectos relevantes de la sentencia es el que se refiere a los instigadores. Al parecer un atentado de esta naturaleza y de estos niveles, tanto logísticos como técnicos, no ha necesitado cerebros que lo conciban, lo planifiquen, lo ejecuten y eliminen todas las huellas y pruebas de su crimen. Desde el sentido común, nadie podría imputar esas funciones a los tres condenados con relación a los hechos.

Sin entrar en el número de personas que participaron en la ejecución y la logística del atentado –que no se ha esclarecido– creo que hay otros aspectos en el entorno de la sentencia que nos deberían ayudar a reflexionar. En primer lugar, la unanimidad de los partidos políticos para pasar página de un atentado que, aunque no se recoge oficialmente, tiene todo el aspecto de ser de origen político. Lo lógico sería que se pusieran de acuerdo en investigar y no en impedir la investigación. En segundo lugar, resulta extraño que por parte del Poder Judicial no se inste a reabrir la investigación, dado que los resultados de la sentencia sólo son un esbozo de lo que podría constituir una sentencia definitiva sobre el caso. También resulta insólita la actitud que respecto a la sentencia mantienen la mayoría de los medios de comunicación. Buena parte de ellos presumen por enésima vez de que las historias que nos cuentan han resultado definitivamente confirmadas. A pesar de lo mucho que insisten, los que esto afirman saben que mienten. No es cierto y les consta. Por fortuna, otros medios, quizás los más próximos a los ciudadanos, han manifestado su voluntad de continuar investigando. Quiera Dios que llegue el día en que sean muchos más los ciudadanos que decidan preguntar por lo que no se nos ha explicado. Sólo así se podría impedir que una nueva masacre sirva para alcanzar lo que no se podría lograr por vías democráticas.

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