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Emilio J. González

El Gobierno, a la greña

Aquí nadie sabe a qué atenerse, porque lo que dice un día Solbes al día siguiente alguien del Gobierno lo desmiente y hace lo contrario, empezando por Zapatero.

Por si no tuviéramos bastante con la que está cayendo, con un Gobierno que sigue sin tomar las medidas necesarias para afrontar la crisis, con un Zapatero que se resiste a adaptar sus discursos en materia económica a la dolorosa realidad que sufren los españoles, ahora, además, hay que añadir peleas gubernamentales, justo lo último que necesita en estos momentos la economía española.
 
La pelea ha surgido con ocasión de la crisis del sector inmobiliario. Una vez olvidados los avales del ICO a las empresas del sector, prometidos por Zapatero y a los que Solbes se negó, ahora algunos ministros vuelven a la carga con aquello de que hay que ayudar a las inmobiliarias a superar la crisis. Quien ha salido a la palestra ha sido la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, quien ha anunciado que su departamento hará en octubre una oferta pública para adquirir suelo de las inmobiliarias con dificultades financieras. La propuesta, en sí, no es de recibo, pero mucho menos aún que Corredor, inspirada por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, la presente una vez que el vicepresidente económico, Pedro Solbes, se ha manifestado abiertamente en contra de ella.
 
Solbes no está atravesando precisamente por su mejor momento político. La reunión en Moncloa con un grupo de expertos económicos convocada por Zapatero la semana pasada deja al vicepresidente económico en una posición muy difícil, arrinconado, como si no contara ni fuera capaz de decirle al presidente del Gobierno lo que hay que hacer, qué es lo que le van a contar los expertos. Por supuesto, lo que digan estos ilustres personajes de la economía va a servir de poco. Zapatero sigue en sus trece y no dará su brazo a torcer. Por mucho que traten de convencerle de la necesidad de acometer una nueva reforma laboral, de frenar el gasto público y olvidarse de sus promesas de campaña de más gasto social, de introducir más competencia en importantes sectores de nuestra economía y de bajar impuestos a las empresas (todo lo cual se lo puede decir Solbes perfectamente), el presidente del Gobierno no cambiará de posición. Toda la reunión quedará en una simple operación de marketing para dar la sensación de que el Ejecutivo hace algo por resolver la crisis y de que si las cosas van a ir mal en el futuro no será por culpa suya, que para eso ya ha consultado con quien tiene que consultar. Y en todo esto, Solbes empieza a tener cierto aire de chivo expiatorio de la crisis, como lo fue en su momento el ex ministro de Trabajo, Jesús Caldera, de los errores de Zapatero en materia de inmigración.
 
Solbes, no obstante, sigue en su puesto y, como vicepresidente económico no sólo merece respeto, sino que los demás debería atenerse a las pautas que marque. Pero no es así. Ni Solbes se impone, ni los ministros le respetan. Luego pasa lo que pasa. Ahora, lo que ha sucedido es que Corredor se le ha subido a las barbas, nunca mejor dicho, haciendo suyas las tesis de intervención en ayuda de las inmobiliarias expuestas hace unas semanas por Sebastián. Solbes es contrario a que el Estado ayude a las inmobiliarias, comprando suelo o de la forma que sea. Corredor acaba de plantear a Solbes un pulso muy serio en unos momentos de gran debilidad política del vicepresidente económico, que habrá que ver cómo sale de ésta, si es que sale.
 
Este tipo de peleas, sin embargo, no son buenos para la economía. Lo primero que se necesita en estos momentos es que el Gobierno transmita confianza a los mercados, a las empresas, a las familias y a los agentes sociales. Pero cuando lo que reina en el área económica es el desgobierno, el hacer de su capa un sayo diga lo que diga quien tiene la responsabilidad de dirigir las actuaciones económicas del Ejecutivo, lo último que va a pensar todo el mundo es que uno se puede fiar de este Gobierno. Y eso se refleja en los tipos de interés, en su subida y en la forma en que se está ampliando el diferencial de tipos entre España y Alemania. Aquí nadie sabe a qué atenerse, porque lo que dice un día Solbes al siguiente alguien del Gobierno lo desmiente y hace lo contrario, empezando por Zapatero. Así, ni la política económica, que brilla por su ausencia, ni las autoridades económicas, tienen la credibilidad necesaria para afrontar la crisis. Eso se paga, y muy caro, por cierto.
 
Lo que tiene que hacer Zapatero es dejarse de reuniones con expertos a los que no va a hacer ni caso y agarrar el toro por los cuernos, cambiar su discurso y empezar a ejercer un liderazgo para superar la crisis que, entre otras cosas, ponga a cada uno en su sitio, cierre los conflictos internos en el Ejecutivo y respalde a Solbes para hacer lo que tiene que hacer, que lo sabe muy bien. Todo lo demás no es sólo perder el tiempo; es contribuir a un deterioro más profundo de la situación.

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