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Ignacio Villa

Zapatero ni sabe ni puede

Va a resultar que este presidente del Gobierno, que hasta ahora ha demostrado ser capaz de aguantar lo inimaginable durante la primera legislatura, va a ser incapaz de soportar los embates de la economía.

No era fácil pensar que a finales de este mes de julio la situación política y económica iba a estar tan deteriorada. Y lo que es más preocupante: nadie apunta cuál puede ser la salida. La crisis económica es atroz. Ningún indicador sirve para guiarnos hacia un punto de luz. Este jueves, el paro ha vuelto a crecer y el Gobierno, que sigue sin aceptar la gravedad de la situación, ha tenido que rebajar las previsiones de crecimiento de manera muy llamativa. La economía está atascada y no hay esperanza de solución.

A estas alturas el Gobierno sigue sin aceptar la palabra crisis. Han utilizado todo tipo de piruetas y jugadas dialécticas para evitar hablar de ella. Ha desdeñado tantas evidencias que no parece que ahora vaya a entrar en razón. Por lo que parece, lo que el Ejecutivo pretende hacer es dar por inevitable la crudeza de los datos que certifican la crisis galopante. No aceptan la crisis, aunque intentarán pilotarla desde la inexistencia. ¿Es esto posible? No. Sin embargo, los de Zapatero confían en que poco a poco serán capaces de controlar el caballo desbocado, y así amortiguarán el desgaste que supone una crisis económica ocultada durante meses por intereses electorales.

La pregunta que ahora surge y cuya respuesta resulta sencillamente demoledora es la siguiente: ¿Tendrá Zapatero capacidad y fuste para afrontar con seriedad esta crisis? ¿En qué medida esta situación, al borde del abismo, puede evidenciar su inutilidad? Va a resultar que este presidente del Gobierno, que hasta ahora ha demostrado ser capaz de aguantar lo inimaginable durante la primera legislatura, va a ser incapaz de soportar los embates de la economía. Ha afrontado los cambios en el modelo de Estado y de sociedad. Ha conchabado con los nacionalistas, ha negociado políticamente con ETA, ha mentido a los españoles de forma sistemática, ha desarrollado políticas sectarias y destructivas de la convivencia, ha arrumbado el espíritu de la Transición. Ha sobrevivido a muchas villanías y a no pocas estratagemas. Pero ahora la economía, la crisis económica ocultada a los ciudadanos, se puede convertir en su tumba política.

Esa defunción puede venir marcada por algo más que la rudeza y la crueldad de los datos. La caída de Zapatero podría estar provocada por algo cada vez más claro: no tiene fuste, carece de peso político para afrontar esta crisis. Probablemente, esta vez no estemos ante una mala estrategia o una mentira. Nos encontramos ante un presidente incapaz, algo ciertamente escalofriante. Ni sabe, ni puede. No tiene solución.

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