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El mismo Chávez

Chávez sigue siendo el mismo. En su visita a Rusia no dejó de arremeter contra Estados Unidos y de asegurar que los estadounidenses tienen un plan para invadir Venezuela.

¿Qué hacía Chávez en España? Era su último salto en un viaje internacional que antes le ha llevado por Bolivia, Nicaragua, Rusia, Bielorrusia y Portugal. Ha reforzado alianzas estratégicas, firmado acuerdos en materia energética y ha buscado el fortalecimiento de su capacidad defensiva. Una gira que, según el ministro de Exteriores de Venezuela, Nicolás Maduro, Chávez ha llevado a cabo "con el propósito de neutralizar las fuerzas negativas de las elites imperialistas y ratificar con las naciones hermanas que apuestan por un mundo pluripolar". De esta guisa Chávez se plantó en España, y todo gracias a la terquedad de Moratinos, empeñado en escenificar la normalización de las relaciones entre nuestros países.

No faltaron las provocaciones previas del mandatario venezolano para ir calentando su visita a España. Y a pesar de ello, algunos insisten en subrayar un cambio de actitud del presidente de Venezuela en los últimos meses. Si lo dicen por su última escenificación mostrando su reconciliación y apoyo a Uribe y su rechazo a las FARC, se equivocan. Chávez sigue siendo de poco fiar.

Primero ejerció de mediador entre el Gobierno colombiano y las FARC para un canje humanitario, y tras fracasar lanzó al mundo la propuesta de reconocer la condición de fuerza beligerante de la guerrilla. Después se solidarizó con su aliado Rafael Correa tras la operación de las fuerzas colombianas en territorio ecuatoriano contra un campamento de las FARC y cerró su sede diplomática en Bogotá, expulsó al embajador colombiano en Caracas, ordenó la movilización de una decena de batallones en la frontera con Colombia y homenajeó a los guerrilleros fallecidos en la operación. Sin embargo, poco tiempo después se desmarcó de las FARC, pidió que liberaran sin condiciones a todos los secuestrados, y cuestionó su lucha armada.

Si su inicial apoyo a las FARC le podía servir como una pieza más en su esquema de lucha contra el imperialismo de EEUU, Chávez se desmarcó de la guerrilla colombiana por los comprometedores documentos del portátil sustraído al guerrillero Raúl Reyes que le relacionan con las FARC. El impacto de sus supuestas relaciones con el grupo narcoterrorista no sólo enturbiaba su imagen fuera de Venezuela, sino que creaba un gran malestar dentro del país, donde las FARC no son nada populares. Tras el impecable rescate de las fuerzas militares colombianas, en el que liberaron 15 rehenes de las manos de las FARC, era predecible que Chávez no se pusiera de parte de los perdedores. Sabe que los golpes que ha dado el Gobierno colombiano a la guerrilla son mortales, y ha decido no hundirse con ellos.

Su ambigüedad con respecto a Colombia y las FARC no significa que Chávez haya cambiado de actitud, sino que más bien anda preocupado por las próximas elecciones regionales y municipales en su país. Tras perder el referéndum sobre el proyecto de reforma constitucional de diciembre pasado, una nueva derrota sería dramática. Las últimas cifras macroeconómicas hablan de una alta inflación y de una desaceleración del crecimiento a pesar de los altos precios del petróleo, hay desavenencias en su partido y las últimas encuestas muestran un apoyo menos sólido que en años pasados.

Pero Chávez sigue siendo el mismo. En su visita a Rusia no dejó de arremeter contra Estados Unidos y de asegurar que los estadounidenses tienen un plan para invadir Venezuela, lo que para él justifica su empeño enseguir avanzando en el equipamiento del sistema defensivo de Venezuela. Sigue con sus fanfarronadas, sus amenazas y sus frases despectivas, aunque las cosas no le vayan muy bien en el ámbito doméstico y en el internacional. Pero siempre estarán aquellos que se empeñan en tratar de ensalzar su cara más amable y afable.

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