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Thomas Sowell

Chivos expiatorios

Los prestamistas están en el negocio para ganar dinero, y no les importa mucho su procedencia con tal de que se les pague. Por su parte, los políticos están en el suyo para obtener votos, y no les importa mucho de quiénes sean.

En uno de esos editoriales de primera página disfrazados de "noticia", el New York Times culpa al "lucrativo negocio de los préstamos" de bancos y demás instituciones financieras de ayudar a crear la actual crisis del sistema financiero, que afecta entre otros a millones de prestatarios. Hay que estar muy decidido a creerse lo que se quiere creer o albergar un cínico deseo de inundar de propaganda a sus lectores para que el New York Times llame "lucrativos" a unos préstamos que han hecho que millones de prestamistas pierdan millones de dólares, que algunos pierdan miles de millones y que otros hayan ido a la quiebra.

Culpar a los prestamistas es también el discurso de los demócratas del Congreso. Dicen que lo que necesitamos es incrementar la regulación pública de las entidades crediticias para proteger a los inocentes frente a sus prácticas "depredadoras". Antes de adentrarnos en este asunto, será útil remontarse a lo que desde un principio nos metió en este lío. No han pasado tantos años desde que el escándalo moral sacudiera a los medios de comunicación porque los prestamistas eran renuentes a prestar en determinados vecindarios, y porque los bancos no aprobaban las solicitudes de hipotecas de los negros con igual frecuencia con que aprobaban las de los blancos. Todo esto fue el pistoletazo de salida de una campaña destinada a obligar al Congreso a aprobar leyes que forzaron a los prestamistas a dejar dinero a personas a las que de lo contrario no prestarían y en lugares en los que de otra forma no invertirían su dinero.

La costumbre de no prestar en algunos vecindarios fue demonizada con el término "exclusión", y el hecho de que los aspirantes procedentes de minorías vieran aprobadas sus hipotecas sólo el 72% de las veces, mientras a los blancos se les concedía el 89%, fue considerado por el Washington Post una prueba "abrumadora" de discriminación. Algunas personas se ven abrumadas con más facilidad que otras, especialmente cuando descubren estadísticas que parecen encajar con sus ideas preconcebidas. Pero si hacemos lo que políticos y medios de comunicación raramente se molestan en hacer –pararnos a pensar– la imagen que surge es completamente diferente.

En nuestras propias vidas personales, el sentido común nos lleva a evitar ciertos vecindarios. Si usted quiere llamar a eso "exclusión", que así sea. Pero los lugares por los que es peligroso pasar también son lugares en los que es peligroso invertir su dinero. En cuanto a las diferencias raciales en los índices de aprobación de solicitudes de hipoteca, eso no dice mucho si lo que usted está comparando son peras con manzanas. La renta, el historial crediticio y el valor de los activos de uno son solamente algunas de las cosas que diferencian a una colectividad de otra. Más importante es el hecho de que los blancos difieran de los asiáticos de la misma forma que los primeros difieren de los negros. Que los blancos vean rechazadas sus solicitudes hipotecarias convencionales y recurran a préstamos de riesgo con mayor frecuencia que los asiático-americanos apenas es recogido en las "noticias" sobre prácticas crediticias, incluso si estos datos son facilitados puntualmente.

Por muy impactante que pueda resultar a algunos, los prestamistas están en el negocio para ganar dinero, y no les importa mucho su procedencia con tal de que se les pague. Por su parte, los políticos están en el suyo para obtener votos, y no les importa mucho de quiénes sean –o lo que tengan que decir y hacer para obtenerlos–. Fue la intervención estatal en los mercados financieros, la misma que ahora se supone va a salvar la situación, la que creó el problema desde el principio. Las leyes y las regulaciones presionaron a las instituciones crediticias para que concedieran préstamos a personas a las que no estaban atendiendo debido a la realidad económica. La Ley de Reinversión Comunitaria les obligó a prestar en barrios en los que no querían colocar su dinero, y por donde ni los políticos ni ellos querían pasar. Ahora que toda esta situación le ha explotado en la cara a todo el mundo, se supone que la intervención del Estado, esa que ocasionó este desastre, salvará la situación.

La política consiste en gran medida en apropiarse los méritos y asignar a otros las culpas, siempre al margen de los hechos. Los políticos practican esto con impunidad, hasta el punto de que nosotros aceptamos ingenuamente su palabra y los vemos como Mesías políticos.

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