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El perdón real

Rapidamente el Gobierno y los medios de comunicación afines han justificado el amigable encuentro entre el Rey y el venezolano por lo que salió del mismo, que Chávez nos rebaje el precio de 10.000 barriles de su petróleo un 30%.

¿Debe perdonar uno a sus enemigos? La caridad cristiana dice que sí. Pero es bueno anteponer una condición mínima, sólo si muestran su verdadero arrepentimiento. El encuentro entre el petrodictador venezolano y el Rey de España no ha sido precedido por ninguna disculpa de Hugo Chávez. No sólo por haber insultado a todos los españoles ofendiendo a nuestro ex-presidente de Gobierno, José María Aznar, sino por haber ahondado en la herida con sus respuestas, provocaciones e insultos al ya famoso, aunque olvidado, "por qué no te callas" de nuestro Rey.

Incluso pocos días antes de recalar en España, Chávez seguía arremetiendo contra el representante de la Corona española. Pero eso no ha importado nada a un Gobierno socialista y republicano, ni tampoco a una Casa Real que parece hipnotizada por los cantos de sirena del socialismo español. Ahí están las fotos en Marivent para legar a la posteridad que el Rey recibe a Chávez como si ninguno de sus malévolos insultos hubiera tenido lugar jamás, y haciendo ver que su frase y desplante al dictador venezolano fue una cosa de chiquillos. Pero no lo fue. Las palabras de entonces del matón Chávez excedieron lo tolerable. Su pertinaz reiteración raya ya en lo patológico.

Rápidamente el Gobierno y los medios de comunicación afines han justificado el amigable encuentro entre el Rey y el venezolano por lo que salió del mismo, que Chávez nos rebaje el precio de 10.000 barriles de su petróleo un 30%. Si ese ha sido el precio de hacerse perdonar, el Rey debería habérselo pensado dos veces. Hace años, cuando los norteamericanos donaban 400 millones de dólares al Gobierno socialista de Felipe Gonzáles por el uso de las bases militares, el entonces presidente español decidió despreciar aquel regalo sobre la base de que una nación soberana no debe someterse a tales dádivas. Y tenía razón. Otro caso más reciente. El anterior alcalde laborista de Londres, Ken Livingstone, alias el rojo, también se benefició de los regalos de Chávez, quien contribuyó a las arcas de la alcaldía de Londres con energía barata para sus autobuses. Su sucesor, el conservador Boris Johnson, ha preferido cortar por lo sano ese acuerdo que sólo le inspira revulsión y se ha negado a que Chávez le regale nada. Hay mercaderes con los que mejor no juntarse.

El Rey español está acostumbrado a salir en socorro de la economía española y de su sector energético. Lo hizo a mediados de los 70 para paliar con sus contactos en el Golfo el alza del crudo tras el shock petrolero motivado por la derrota árabe en la guerra del Yom Kippur. También en otras operaciones de las que no siempre su imagen se ha visto beneficiada, como aquellos extraños préstamos de KIO a finales de los 80 que quedaron al descubierto por la guerra del Golfo de 1991. Debería saber mantenerse al margen de personajes poco recomendables como es el actual dictador de Caracas. Aunque nos salga más caro el barril de crudo.

Quienes se solidarizaron con el monarca ante los sostenidos agravios del histriónico Hugo Chávez tendrán sin duda preguntas que hacerse tras el cruce de complicidades que se ha dado en Marivent. Es una desgracia, pero lo que le conviene al Gobierno no siempre le conviene a la Casa real.

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