Menú
Juan Carlos Girauta

Paris Hilton o Étienne de La Boétie

La muchacha ha parodiado a cuatro quintas partes de la clase política española: los que creen que dedicarse a la política consiste, o bien en no hacer ni decir nada en absoluto, o bien en improvisar alguna chorrada cuando no queda más remedio.

Corre por el lado caliente de los medios una sicalíptica heredera con nombre de hotel, Paris Hilton, pieza de cuidado que con el ánimo de molestar a los dos candidatos presidenciales estadounidenses a la vez –aunque un poco más al conservador, que por algo la chica es multimillonaria– ha urdido una broma en vídeo donde aparece tumbada en una hamaca. Hojeando displicente una revista, se declara "a punto" para entrar en la carrera presidencial, llegando a improvisar una peregrina solución para la crisis energética. Sin saberlo, la muchacha ha parodiado a cuatro quintas partes de la clase política española: los que creen que dedicarse a la política consiste, o bien en no hacer ni decir nada en absoluto, o bien en improvisar alguna chorrada cuando no queda más remedio.

Este verano del 2008 es, en España, el de la política Hilton, en ambos sentidos, el de las buenas vacaciones, por la cadena hotelera, y el de la filosofía de la hija del dueño de los hoteles. Hay que rendirse a la evidencia. Aunque la obra escrita de Paris no es mayor que la de Pepe Blanco, su influjo en la nueva ciencia política (mixtura del arte del escaqueo, el chascarrillo y el viva la vida) sí lo es.

En tanto que los políticos adoptan su modelo, basado en primar el buen rollito, simplificar al máximo lo complejo, no mirar jamás de frente lo desagradable, cultivar compulsivamente lo mediático, poner en valor el vacío de ideas y frivolizarlo absolutamente todo, quienes no vivimos de la política tendremos que optar por otras fuentes para entender el momento español. Yo he ido a caer en Étienne de La Boétie; pese a morir muy joven, nos legó el impagable Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Desde el mismísimo título, el texto de mediados del siglo XVI parece destinado a espejarnos.

La servidumbre voluntaria está en nuestro "Vivan las caenas" de dos siglos y medio después, en la leyenda republicana de "la repartidora", en la sumisión de enteras sociedades de la periferia peninsular a una cofradía nacionalista de hechiceros enloquecidos capaces de robar el alma al medroso, en esta posmoderna servidumbre de la irresponsabilidad. Hoy, en pleno escándalo de idiocia, oportunismo y deslealtad masiva de los profesionales de la política, reparemos en la luminosa advertencia que, con sólo dieciocho años, nos dejó el francés: "[El tirano] no podría hacer ningún daño si no prefirieran [los hombres] sufrirlo todo de él antes que contradecirle."

En Sociedad

    0
    comentarios