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Alberto Recarte

Conclusiones

XIII) Conclusiones

El entorno internacional está cambiando. La política monetaria más restrictiva de la mayoría de las autoridades monetarias se está dejando sentir en la actividad. Es posible que la economía mundial no crezca ya al 5% de los últimos años, sino que la desaceleración lleve el crecimiento mundial a tasas del 3,5%. Al margen de las políticas monetarias activas de los bancos centrales, la realidad es que a nivel mundial se está produciendo una reducción de la oferta monetaria muy considerable. Difícil de evaluar, pero contracción grave, que está afectando a la actividad, con el retraso habitual de las decisiones de política monetaria, de entre doce y dieciocho meses.

El menor crecimiento de la economía mundial tendrá efectos positivos y negativos. Será positiva, a corto plazo, una menor presión sobre la demanda de petróleo y otros productos energéticos y sobre las materias primas, básicamente metálicas, que utiliza la industria. No creo que se reduzca, sin embargo, el precio de los alimentos, pues su oferta es inelástica a corto plazo y el nivel de vida que han alcanzado muchos habitantes del mundo no se va a reducir.

A largo plazo, tengo la duda de si los altos precios de todos los bienes a que se ha hecho referencia, aunque desciendan, serán suficientes para mantener las inversiones necesarias para incrementar su oferta y conseguir, en el futuro, un equilibrio entre oferta y demanda a precios más reducidos que los actuales.

Desde el punto de vista financiero, la contracción monetaria seguirá afectando a la liquidez de la economía española, aunque, una vez realizado el ajuste entre el ahorro y la inversión, lo que ocurrirá, previsiblemente, en los próximos dos años, no deberían ser necesarios fondos externos de la magnitud que hemos tenido en los últimos años, en particular desde 2002-2004.

Otra circunstancia positiva sería que el descenso del IPC, y, posteriormente de los tipos de interés de intervención del BCE y del propio euribor, se traducirían en un aumento de la renta disponible de las familias. De las familias, naturalmente, que hayan conservado el empleo, porque los que lo hayan perdido, aunque tengan prestaciones por desempleo y subsidios de paro, se encontrarán con dificultades para pagar sus cuotas hipotecarias si tienen préstamos de esta naturaleza. Y hay que recordar que en España más del 90% de las familias es dueña de su propia vivienda, con o sin hipoteca.

Si el comportamiento de la M1 y de la M3, como hemos visto en los cuadros nº 3, nº 4 y nº 5, reflejara sólo la ralentización del crecimiento de la economía española desde agosto de 2007, su evolución no merecería muchos más comentarios. Pero que la M1 tenga una tasa negativa de -3,5% en el mes de abril de 2008 y que la M3 dé la impresión de estar desplomándose parece indicar algo más: una fuerte contracción monetaria, derivada de la pérdida de liquidez de la banca española a partir de agosto de 2007. Esa contracción, si continúa, amenaza con afectar a la economía real de una forma indiscriminada. Podríamos estar entrando en un periodo similar al que sufrió la economía norteamericana en los años 1929-1932 o la japonesa a principios de los años 90.

Lo más notable de este fenómeno (y del previo, en el que la M1 y la M3 crecieron mucho más en la España que en la Unión Monetaria Europea) es que el euro permite y potencia unas evoluciones tan dispares entre unos y otros países miembros. El euro parece no servir para frenar una expansión monetaria que ha hecho aumentar desmesuradamente el valor de los activos en España, ni para retornar a una senda de normalidad. Al contrario, una moneda única en un país como España –en el que, de hecho, sólo funciona globalmente la banca al por menor, que opera como un oligopolio– se traduce en una contracción monetaria nacional cuando la banca se equivoca en su política de crédito y tiene que rectificar, y además se encuentra con problemas que le afectan a la liquidez y la solvencia.

No hay una salida fácil al problema, porque lo lógico, que sería que otros bancos, europeos o de cualquier otra nacionalidad, entraran a competir para ofrecer créditos a las empresas solventes, no es posible. Y no lo es porque el dominio que ejerce la red minorista de la banca española en un país que es el paraíso de las microempresas no tiene alternativa posible.

Volviendo a la situación del sistema financiero español, en mi opinión, el problema de solvencia de la banca, de bancos, cajas y cooperativas de crédito se manifestará en toda su gravedad a partir de 2009. Disfrutarán de una situación privilegiada los grandes bancos españoles, el Santander y el BBVA. Las dos grandes cajas, La Caixa y Caja Madrid, consolidarán su posición, pero tendrán la dificultad de allegar mayores recursos propios si los necesitaran.

Parece difícil que sobreviva, en su forma actual, el sistema de cajas de ahorro, lo que puede ser una buena noticia si se logra convencer al legislador de que esa forma jurídica ha quedado obsoleta, por más que haya funcionado admirablemente bien hasta ahora.

Lo que no está claro es cómo podrá el sistema financiero español afrontar las pérdidas que irremediablemente se presentarán en los próximos años. Si su volumen total es tan grande como he calculado harán falta imaginación y medidas, que prefiero no plantear siquiera, para superar una situación tan extrema como la que podría llegar a darse.

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