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Henry I. Miller

Sopa de letras

La ONU, con su sopa de letras y programas –WHO, UNEP, FAO, UNIDO, CBD, etc.– condujo una guerra a muerte contra la biotecnología. El resultado fue la politización anticientífica y la excesiva regulación que han impedido avances importantes.

Bill Gates es uno de los hombres más ricos y de los filántropos más generosos, pero no asumamos por ello que sabe mucho de todo. En la conferencia de enero en Davos, Suiza, Gates desarrolló su visión del "capitalismo creativo" que incita a las empresas a gastar dinero en proyectos "socialmente deseables".

Esa es una mala estrategia y Gates no es el primer empresario que apoya tales ideas, lo cual nos recuerda la observación del economista Milton Friedman: "Los empresarios creen defender la libre empresa cuando claman que los negocios no tienen que ver meramente con utilidades, sino también con la promoción de fines socialmente deseables; que los negocios tienen conciencia social y toman en serio sus responsabilidades de ofrecer empleos, eliminar la discriminación...y cualquier otra frase de moda entre los reformistas".

Vemos un creciente número de compañías tras ese tipo de "responsabilidad social", tratando de hacer el bien o quizás simplemente tratando de verse bien, mientras desvían sus esfuerzos del propósito principal de la empresa. Se trata de una práctica que conlleva inmensos costos a los accionistas y a la sociedad. Pero quizás la más grande e incomprensible equivocación fue designar al ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, para dirigir a un grupo con la intención de lograr una "revolución verde" en la agricultura de África, establecido con una donación inicial de 150 millones de dólares de Bill y Melinda Gates y de la Fundación Rockefeller. La experiencia nos indica que lo único que enverdecerá serán las cuentas bancarias de Annan y sus secuaces. No podemos olvidar la incompetencia y corrupción sufrida en las Naciones Unidas bajo su dirección, incluyendo la debacle del programa de petróleo por alimentos en Irak.

Qué irónicamente apropiado que Annan comenzase su nuevo trabajo anunciando que "África se debe apoyar en soluciones africanas (...) sin buscar biotécnica importadas ni la promesa de mercados extranjeros más abiertos". Aunque la producción de alimentos genéticamente modificados podría aliviar el hambre, la escasez de agua y las enfermedades en África, inclusive conducir al desarrollo de vacunas incorporadas a las frutas y vegetales, las fobias de Annan contra la tecnología no nos sorprenden. Bajo su dirección, la ONU, con su sopa de letras y programas –WHO, UNEP, FAO, UNIDO, CBD, etc.– condujo una guerra a muerte contra la biotecnología. El resultado fue la politización anticientífica y la excesiva regulación que han impedido avances importantes en la agricultura y en la investigación, como también en el desarrollo de nuevas medicinas, todo lo cual ha sido catastrófico, especialmente para las naciones pobres de África y América Latina.

El presidente Calvin Coolidge mantenía que el oficio de Estados Unidos son los negocios, y los negocios no tienen responsabilidad social, solo la gente la tiene. Siempre y cuando los ejecutivos trabajen para los dueños de la empresa, su responsabilidad legal y moral es defender los intereses de los dueños, que suelen consistir en ganar lo más posible, cumpliendo siempre con las leyes, las regulaciones y las normas éticas de la sociedad. Al gastar dinero de los accionistas en fines arbitrariamente considerados "socialmente deseables" se reduce el rendimiento y gastan dinero que no les pertenece.

Claro que siempre es más fácil gastar dinero que no es nuestro. Miles de millones están siendo desviados y redistribuidos, a menudo siguiendo las indicaciones de activistas que no tienen que dar cuentas a nadie y que buscan fines totalmente diferentes a los de la empresa y sus dueños. Todo ello aumenta los costos y desvía fondos, afectando la productividad y dañando a mucha de la misma gente que dicen querer ayudar

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