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Fundación Heritage

Salvemos Georgia

El doble desafío de una China emergente y una Rusia renaciente están entre los asuntos más espinosos y críticos para el presidente Bush en sus últimos meses en el cargo, y también para su sucesor.

El fanstasma de la Segunda Guerra Mundial ha hecho una trágica reaparición esta semana. Que el mundo haya aprendido alguna lección histórica es críticamente importante en varios respectos.

Esta columna debería haber sido sobre las Olimpiadas de Pekín, sobre si fue correcto –o incorrecto– permitir que una potencia emergente como China exhibiese sus talentos al mundo cuando hay tantos problemas asociados a ese surgimiento. Al empezar a lo grande la ceremonia de apertura a las 8:08 de la tarde del octavo día del octavo mes del año 2008, China se esforzó por tapar las imágenes negativas creadas por su papel en el Tibet, en Darfur y en Irán, por los atletas proscritos por políticamente incómodos y por sus masivos problemas con la contaminación.

¿Cómo integra el mundo semejante poder para lograr un resultado benigno? Falló estrepitosamente con la Alemania nazi, anfitriona de las Olimpiadas de 1936. ¿Tendremos más éxito esta vez? Mientras eso sucedía, Rusia elegía el mismo momento, el fin de semana (cuando las Olimpiadas acaparaban la atención del mundo) para lanzar un ataque contra Georgia, una pequeña nación vecina. Aunque el ataque fue en reacción a las acciones militares georgianas contra su provincia separatista de Osetia del Sur, la desproporcionada reacción militar rusa se parecía muchísimo a la anexión alemana del territorio de Checoslovaquia, preludio de la Segunda Guerra Mundial. Que Rusia haya vuelto y esté lista para reclamar su ámbito de influencia es una señal extremadamente inquietante a otras naciones que alguna vez fueron parte del imperio soviético.

La indiferencia de la reacción mundial en 1938, cuando los alemanes invadieron el Sudetenland checo, se centró principalmente en aplacar a Adolfo Hitler. Este hecho hizo ganar al primer ministro Neville Chamberlain un lugar ignominioso en la Historia y llevó a Winston Churchill a describir Checoslovaquia como "una pequeña nación lanzada a los lobos". Una vez más, los paralelos históricos son inquietantes.

El doble desafío de una China emergente y una Rusia renaciente están entre los asuntos más espinosos y cruciales para el presidente Bush en sus últimos meses en el cargo, y también para su sucesor. Roguemos para que el próximo hombre que ocupe la Oficina Oval sea alguien que sepa de asuntos internacionales y de los usos del poder militar, pues los riesgos han aumentado de forma dramática. El liderazgo de Washington será fundamental para enfrentarnos a estos retos.

Las Olimpiadas de Pekín llegarán a su fin. Habiendo presentado sus credenciales para obtener renombre internacional, ahora se le debería pedir a China que cumpla con los criterios internacionales de comportamiento. Esto cubre una gama de problemas, desde el tratamiento a las minorías a la supresión de la disensión política, pasando por el cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre derechos humanos, los derechos de autor, la liberalización de los mercados, la coexistencia pacífica con sus vecinos, etc.

Mientras tanto, en lo que respecta a Rusia y Georgia, no podemos permitirnos el lujo de planificar. La crisis está aquí y ahora. Mientras escribo esta columna, las fuerzas militares rusas se han movilizado muy lejos de Osetia del Sur, partiendo en dos a Georgia y afectando las líneas de abastecimineto militar. Las fuerzas militares rusas están listas para tomar la capital, Tiflis, y el Gobierno ruso está exigiendo un "cambio de régimen" en una nación democrática que fue una de las primeras en distanciarse del abrazo soviético en 1990, pagando por ello un precio considerable en bajas. Desde entonces, Georgia ha desafiado a Rusia buscando lazos más cercanos con Occidente y solicitando su admisión como miembro de la OTAN y potencialmente también de la Unión Europea.

En Europa, algunos están culpando al estímulo americano a las aspiraciones de Georgia a la OTAN, que engañó al Gobierno del presidente Mijaíl Saakashvili proporcionándole una falsa sensación de seguridad, lo cual le hizo actuar de forma provocadora. Los rusos han estado actuando como "tropas de pacificación" en Osetia del Sur, aunque fuerzas de ocupación podría ser otra manera de describir su presencia. El argumento europeo refleja un típico modo de pensar apaciguador que siempre culpa a la víctima primero.

Una mejor argumentación podría ser que si Georgia fuese miembro de la OTAN, eso podría haber frenado en seco a Rusia. Ahora, una demostración muy pública de unidad de las naciones del mundo condenando las acciones rusas es vital, desde el Consejo de Seguridad de la ONU pasando por Washington y las capitales de Europa. Sin duda dependerá de Washington liderar ese esfuerzo, que debería acarrear duras consecuencias internacionales para una Rusia paria si persiste la agresión.

Ese fin de semana, el presidente Bush, al igual que el resto del mundo, se encontraba claramente distraído por la emoción de ver a los atletas olímpicos. Ahora Washington tiene que enviar señales evidentes de que la distracción se acabo y de que Georgia no será lanzada a los lobos.

 

©2008 The Heritage Foundation

* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en el Wall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

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