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Juan Carlos Girauta

Pigs

No nos entren con lo de los pigs, bajeza que sólo ha podido cuajar en las mentes podridas de la Unión Europea, pues de Bruselas salió la cosa, y nos evitarán tener que informarles de la sensación que nos dejan sus simpáticos turistas cada verano

En un alarde de diplomacia, el Financial Times normaliza, homologa y bendice el acrónimo pigs ("cerdos", formado por las iniciales en inglés de Portugal, Italia, Grecia y España). Por si los despiertos lectores de la Gran Bretaña no se hubieran dado cuenta, el prestigioso medio les comunica que lo de cerdos "es un apodo peyorativo", para añadir, tras piadosa conjunción adversativa, que "refleja en gran medida la realidad". A partir de ahí, subido al trapecio de la conjunción, se columpia complacido sobre el símil el periodista económico de turno: "Hace ocho años, los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon (...) Ahora los cerdos están cayendo de nuevo a tierra". Etcétera.

Despachar con un "pigs!" a cuatro países cuya historia no cabe en la cabeza de todos los ingleses puestos en fila es temeridad que llama a risa. Declino la invitación latente a verter un listado de las grandezas civilizatorias, culturales, artísticas, técnicas y espirituales, empezando por los pigs de Grecia y Roma y acabando por los que conquistaron el mundo para las dos naciones ibéricas. Se trata de una competición imposible. Además, algún lector inglés opondría en su defensa a un par de juanes, qué sé yo, Locke y Lennon, y me tocaría el cerebro y el corazón.

Nada de eso intento. Apenas un simple recordatorio de urbanidad. Tienen los británicos un problema con la juventud más violenta, estúpida y beoda del mundo civilizado. Problema visible cada vez que, con motivo de algún encuentro futbolístico, sacan a unos cuantos hooligans de su país bajo estrecha y permanente vigilancia. Ya sé que no es probable que esa piara (ahí sí) lea el Financial Times, pero nunca se sabe. No los alimenten con esas bellotas.

Admirados británicos, acordémonos nosotros de Shakespeare y de Churchill, de los héroes de la batalla de Inglaterra y del pop, y ustedes de lo que más les guste. Tienen mucho donde elegir. No nos entren con lo de los pigs, bajeza que sólo ha podido cuajar en las mentes podridas de la Unión Europea, pues de Bruselas salió la cosa, y nos evitarán tener que informarles de la sensación que nos dejan sus simpáticos turistas cada verano, tras pasar quince días sin gastar un euro, meando desde las terrazas de los hoteles, embotados, rosáceos de quemaduras, vomitando sobre nuestras aceras después de ingerir varios litros por cabeza de infectos bebedizos que insisten en llamar sangría, o un barril de cerveza por hora que cae sobre los quinientos kilos de patatas cocinadas en tóxicos aceites que han ingerido durante el invierno como ágape principal. Aquí de cerdos sabemos un rato.

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