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El nuevo PP, antítesis de Popper

El liberalismo de Lasalle no es en absoluto el de Popper. Claro que a lo mejor a Sir Raimund le pasa como a María San Gil: ¿quién es este Popper, no se ha enterado que el liberalismo ha cambiado?

Cuando se abandonan los principios, la teoría y los análisis políticos acaban convirtiéndose en cortinas de humo y fuegos de artificio, como los que ha lanzado el secretario de estudios del Partido Popular desde el buque insignia del antiliberalismo español, el diario El País. En cuanto a las andanzas personales y biográficas de Strauss, McCarthy o Buckley, basta recordar su contexto histórico y cultural para ver por donde iban realmente las cosas. Pero es la ocasión, el tono y el significado de los fuegos de artificio lo que debe preocupar, y mucho, a los liberal-conservadores españoles.

Que para la generación Obama, Buckley se sitúe en el lado de los malos no es de extrañar: mientras Buckley se dedicó a contrarrestar la fortaleza ideológica de la izquierda norteamericana, el Partido Popular ha decidido ahora aceptar el izquierdismo español como algo inevitable. El PP ahora piensa, con su secretario de estudios a la cabeza, no confrontarse ideológicamente con la izquierda. Lo cual ya nos parece un error histórico. Además, que se defienda esto desde las páginas del diario El País –exponente en España del antiliberalismo más feroz– y usando inmisericordemente a Popper como ariete no deja de mostrar lo mal que van las cosas.

Como bien sabe Lassalle, la actitud más profundamente humana para Popper es la de la razón crítica: hacia las teorías científicas y hacia las ideologías políticas. Por esa razón, la única sociedad que satisface a Popper es la pluralista-occidental, puesto que sólo en ella existe la libertad necesaria para poder someter a crítica cualquier teoría o concepto.

Pero de ahí a que se pueda usar a Popper para justificar la renuncia a principios e ideas media un abismo. Porque precisamente por la urgencia de salvaguardar la razón crítica, Popper tenía bastante claro que hay regímenes mejores que otros, ideologías inhumanas y actitudes injustificables ante quien disiente de la mayoría. Popper no es, como afirma Lassalle, un relativista: la defensa de las condiciones de posibilidad del racionalismo crítico le parecían absolutas. Que el secretario de estudios del PP prefiera el "liberalismo" de Petit antes que el de Popper no debiera ser excusa para que los confunda.

Lo más triste del asunto es que, con los criterios ideológicos de Lassalle, autores como Hayek, Tocqueville, Aron y Ortega quedan convertidos en peligrosos derechistas. Todos ellos eran liberales porque eran también conservadores, o eran conservadores porque eran liberales. Eran reformistas que valoraban la tradición, los principios culturales europeos, la herencia recibida de sus mayores. Y sobre todo veían horrorizados la demagogia, el populismo y el relativismo moral e intelectual que amenazaba con tragarse instituciones venerables. El mismo relativismo progre que ahora reivindica el secretario de estudios del Partido Popular como algo liberal.

Lo cual nos lleva al punto más preocupante del asunto. ¿Tiene alguna opinión la generación Obama del PP sobre Educación para la Ciudadanía? ¿Sobre la ley de memoria histórica? ¿Sobre la ampliación del aborto? ¿Sobre la muerte inducida de ancianos e impedidos? ¿Sobre la alianza de civilizaciones? ¿Sobre el Ministerio de Igualdad? ¿Sobre la independencia del poder judicial? Nadie podrá negar que estos asuntos pueden ser objeto de una razón crítica al más puro estilo popperiano, pero ¿qué sabemos exactamente del celo del secretario de estudios del PP respecto a todos ellos?

Porque es en la España de 2008, no en los Estados Unidos de los años cincuenta, donde la libertad de crítica está en juego. Es aquí, y no allí, donde podemos hacer nuestra la preocupación de Popper cuando escribía que "fines socialmente monolíticos significarían la muerte de la libertad; de la libertad de pensamiento, de la libre búsqueda de la verdad, y, con ello, de la racionalidad y la dignidad del hombre". Y es aquí donde los esfuerzos deben ir en la dirección de denunciar sus peligros.

El problema es que con la generación Obama, ni los principios ni la actitud popperiana ante el dogmatismo progresista tienen cabida. Cuando no se busca la crítica política, sino que se escapa de ella, apelar a Popper suena a tomadura de pelo. El dogmatismo político está hoy instalado en España, tiene una cabeza política, Zapatero, y varias cabezas culturales, entre ellas El País. Así que las cosas, al menos, claras. El liberalismo de Lasalle no es en absoluto el de Popper. Claro que a lo mejor a Sir Raimund le pasa como a María San Gil: ¿quién es este Popper, no se ha enterado que el liberalismo ha cambiado?

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