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Agapito Maestre

El Papa en Francia y España

Benedicto XVI, como antes lo fuera Juan Pablo II, es el más alto representante de un nuevo acercamiento mundial a la representación del Dios-Hombre del cristianismo para salir de la crisis de la democracia occidental.

El seguimiento hecho por la prensa europea de la visita del Papa a Francia está a años luz del llevado a cabo por la española. El asunto central planteado por Benedicto XVI, que no es otro que el ya planteado por toda la inteligencia europea en la última década o, al menos, desde el atentado terrorista a las Torres Gemelas, ha pasado inadvertido, o peor, ha sido ocultado en la prensa española. Ésta no ha querido reconocer que Benedicto XVI, como antes lo fuera Juan Pablo II, es el más alto representante de un nuevo acercamiento mundial a la representación del Dios-Hombre del cristianismo para salir de la crisis de la democracia occidental.

El cristianismo, sí, vuelve a ser el estro central de Occidente para enfrentarse tanto al totalitarismo ateo como al de origen islamista. Eso es, una vez más, lo que se ha escenificado en Francia. Eso es lo que ha reflejado toda la prensa europea, incluida la más sectaria y partidista, pero profesional a la hora de informar. Pues eso, exactamente, es lo que no ha comprendido la torpe prensa española, tan "progre" como analfabeta. Claro que hay excepciones, pero lo normal ha sido el chiste fácil y grosero, el bajonazo intelectual y el anticlericalismo inculto.

Aquí tienen tres titulares de ayer, en un periódico amigo, que demuestran palmariamente por donde va la prensa española. Esto destacaba de la visita del Papa a Francia el corresponsal del diario El Mundo:

  1. "Pólvora mojada, toros de Osborne y mercaderes (...). El ajetreo de los fieles españoles animan el santuario de Lourdes."
  2. "Benedicto XVI se atiene a un ceremonial 'retro' al sugerir a los fieles que se arrodillen para recibir la comunión."
  3. "El agua bendita lo es si te la crees. Si no, es mejor dejar las garrafas en casa, dice un feligrés."

Terrible. Busquen, queridos lectores, en la prensa europea y se encuentran algo similar no lo dejen de resaltar.

No quiero ni imaginar cómo titularía ese corresponsal estas palabras de Benedicto XVI a los intelectuales franceses: el cristianismo es una religión de palabra. De cultura. De Logos y no de mero Libro. Sí, sí, la Escritura, dice Benedicto XVI, "precisa de la interpretación, y precisa de la comunidad en la que se ha formado y en la que es vivida. En ella tiene su unidad y en ella se despliega el sentido que aúna el todo. Dicho todavía de otro modo: existen dimensiones del significado de la Palabra y de las palabras, que se desvelan sólo en la comunión vivida de esta Palabra que crea la historia. Mediante la creciente percepción de las diversas dimensiones del sentido, la Palabra no queda devaluada, sino que aparece incluso con toda su grandeza y dignidad. Por eso el 'Catecismo de la Iglesia Católica' con toda razón puede decir que el cristianismo no es simplemente una religión del libro en el sentido clásico. El cristianismo capta en las palabras la Palabra, el Logos mismo, que irradia su misterio a través de tal multiplicidad. Esta estructura especial de la Biblia es un desafío siempre nuevo para cada generación. Por su misma naturaleza excluye todo lo que hoy se llama fundamentalismo. La misma Palabra de Dios, de hecho, nunca está presente ya en la simple literalidad del texto. Para alcanzarla se requiere un trascender y un proceso de comprensión, que se deja guiar por el movimiento interior del conjunto y por ello debe convertirse también en un proceso vital. Siempre y sólo en la unidad dinámica del conjunto los muchos libros forman un Libro, la Palabra de Dios y la acción de Dios en el mundo se revelan en la palabra y en la historia humana".

He ahí en pocas palabras la gran diferencia entre el cristianismo y el resto de religiones del Libro, especialmente del Islam. Esa diferencia es, sin duda alguna, la base de la civilización occidental. El hombre es intérprete del Logos o no es.

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