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GEES

¿Una alianza?

En estas circunstancias es fácil comprender la actitud de la señora Timoshenko al romper su alianza con las fuerzas democratizadoras y buscar un entendimiento con la mayoría rusa.

La OTAN, sin lugar a dudas la alianza militar más exitosa de la historia, es un sistema de seguridad colectivo que gira en torno al famoso artículo 5 del Tratado de Washington, por el que "las Partes convienen que un ataque armado contra una o más de ellas (...) será considerado como un ataque dirigido contra todas las Partes".

En los últimos años han sido muchas las voces que han solicitado una revisión de este enunciado por considerar que había quedado anacrónico. El concepto de "ataque armado" responde a una visión "convencional" del campo de batalla, en el que no caben, con la claridad que un tratado de esta naturaleza requiere, atentados terroristas de gran envergadura o, menos aún, actos de ciberguerra o de estrangulamiento energético. Todos sabemos que este tipo de agresiones pueden tener efectos aún más graves que los de un clásico "ataque armado".

En éstas estábamos cuando se produjo la invasión de Georgia y la posterior segregación de las provincias de Abjasia y Osetia del Sur. A la vista de la falta de reacción de la Alianza Atlántica, determinada por la división de sus miembros, el debate sobre la puesta al día del artículo 5 resulta ridículo. Estados europeos de primer nivel como Francia, Alemania e Italia se han pronunciado claramente a favor de Rusia, no porque les parezca bien lo que ha hecho, sino porque están dispuestos a tolerarlo con tal de salvaguardar unas buenas relaciones. En estas circunstancias es fácil comprender la actitud de la señora Timoshenko al romper su alianza con las fuerzas democratizadoras y buscar un entendimiento con la mayoría rusa. Si el sacrificio de enfrentarse a Moscú para acercarse a Bruselas va a ser premiado de la misma manera que se ha hecho con Georgia, mejor no asumir más riesgos, aceptar que Europa considera a Ucrania parte del "área de influencia natural de Moscú", renovar sin mayor problema el convenio para que la armada rusa siga disponiendo de sus instalaciones en la península de Crimea y dejarse de historias y ensoñaciones. Las presiones norteamericanas para que la Alianza Atlántica acepte lo antes posible a Ucrania se desvanecerán ante la previsible retirada de la petición de ingreso por parte del nuevo Gobierno de Kiev. Un doble hecho que será recibido con enorme alivio en la mayor parte de las cancillerías del Viejo Continente.

Pero, a la vista de lo ocurrido ¿alguien cree que el principio de disuasión implícito en el tratado es creíble? El artículo 5 señala que en caso de "ataque armado" contra un estado miembro los restantes adoptarán las medidas que consideren convenientes, incluido el uso de la fuerza, para garantizar la seguridad. ¿Se imagina qué medidas adoptaría el Gobierno español en caso de una agresión limitada a Letonia? ¿O el Gobierno italiano? Un ataque masivo ruso está fuera de lugar en estos momentos, pero no así la provocación de crisis limitadas como la vivida recientemente en el Cáucaso. Las naciones europeas dieron toda una demostración de división, impotencia y disposición al apaciguamiento. Las consecuencias irán mucho más allá de la partición de Georgia.

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