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José María Marco

Estrategias cojas

El PP corre el riesgo de perder los votos que parece creer asegurados, los de la derecha social y cultural que puede sentirse huérfana e incluso traicionada. Y nadie garantiza al PP que consiga a cambio ese voto de centro que pide

Hace algún tiempo conocí a una señora, casada y madre de varios hijos, según me informó ella misma. Por una cuestión de actualidad que no recuerdo, saltó a la conversación una alusión a los Diez Mandamientos y aquella mujer de apariencia sensata soltó que se había pasado la vida luchando contra ellos. No tuve valor para preguntarle cuántas veces había cometido adulterio, cuántos muertos sumaba en su historial, las veces que había robado, levantado falsos testimonios o deshonrado a sus padres. Lo mejor llegó cuando me enteré, poco después, que aquella señora había votado en unas elecciones al PP. Todavía me pregunto si aquello formaría parte de su personal estrategia para librarse de los Diez Mandamientos.

Es una muestra, una más, aunque bien pintoresca, de ese extraño problema de percepción, llamado distorsión cognitiva, que afecta a una parte muy importante de la población. Digo "muy importante" por dos razones. Primero, porque es numerosa. Segundo, porque en buena medida se corresponde con lo que se suele llamar el "centro". Estoy hablando de ese sector de la población al que no le duelen prendas votar a un partido de la izquierda o a otro de la derecha, según las propuestas de los correspondientes partidos y una escala de valores propia. Resulta curioso que un sector representativo del "centro", ese espacio donde debería reinar la moderación y la templanza, esté compuesto de personas con problemas de distorsión cognitiva, por así decirlo. Pero así son las cosas. Los seres humanos, en particular los modernos, nos creemos racionales y llevamos a la espalda más prejuicios que un campesino medieval. Hay quien ve un crucifijo y no puede dejar de santiguarse, como nuestros pasados habrían hecho ante una blasfemia.

Se dirá que el motivo fundamental de la existencia de esta franja un poco lunática es la ausencia de un modelo cultural ajeno al progresismo, debida a su vez a la incapacidad de la derecha política para apoyar y ofrecer una alternativa ideológica a la hegemonía progresista. Es cierto, pero eso no soluciona el problema político que ese vacío ha generado. En lo sustancial, este problema consiste en la reacción automática que suscitan ciertas imágenes o ciertos hechos. Basta con que quienes forman parte de este sector sospechen que una propuesta está apoyada por instituciones como la Iglesia, o que tenga una justificación religiosa, por ejemplo, para que lo descarten sin más.

Así es como las grandes manifestaciones de la pasada legislatura habrían contribuido a desmovilizar el voto centrista. El Partido Popular ha creído encontrar la solución embarcándose en un nuevo viaje hacia el centro. Desde las elecciones de marzo, se ha propuesto evitar a toda costa que se le pueda identificar con aquello que provoca la alergia inmediata de ese sector centrista cuyos votos corteja. Yo no creo que el PP se equivoque del todo cuando hace esto. Los políticos tienen que bregar con realidades y ese es el estado de una parte importante de la opinión pública española. Ahora bien, también pienso que este movimiento, en realidad puramente táctico, no tiene ninguna posibilidad de alcanzar el éxito si no forma parte de una estrategia que clarifique al mismo tiempo el mensaje del PP.

Los clásicos lo decían bien: "Suaviter in modo, fortiter in re". El dicho tiene dos partes, la suavidad en las formas y la energía en el fondo. Si no se aplica (a sí mismo) la recomendación entera, y no sólo la primera parte, el PP corre el riesgo de perder los votos que parece creer asegurados, los de la derecha social y cultural que puede sentirse huérfana e incluso traicionada. Y nadie garantiza al PP que consiga a cambio ese voto de centro que pide, antes que nada, una alternativa clara al delirio de Rodríguez Zapatero. De seguir cultivando la ambigüedad y la indefinición, parece difícil que el PP consiga atraer a esos votantes que buscan, justamente, claridad y rigor. Una vez lo votaron por eso, ¿se acuerdan? Y puestos a imitar al PSOE, no estaría mal estudiar e imitar lo que mejor se las ha dado: su estrategia ideológica. 

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