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José Brechner

El dictador Evo

Los descarados socialistas del siglo XXI, que odian a los ricos y aman a los pobres, se encuentran entre las personas más adineradas del mundo con los fondos robados de las arcas de Estados rebosantes de dólares

La tensión sigue en aumento en Bolivia debido a la terquedad del Gobierno de no devolver a las regiones autónomas sus impuestos de los hidrocarburos que ascienden a 166 millones de dólares y a los deseos totalitarios del presidente Evo Morales de imponer una constitución nacionalsocialista. El mismo documento también dictamina acaparar todos los recursos de la nación para usufructo del partido gobernante, bajo la excusa de distribuir mejor la riqueza.

Después de que los neocomunistas asumieran el poder, los pleitos son el pan de cada día, dado que las costumbres del dictador sindicalista siguen siendo las mismas que antes de que se sentara en el trono. La única diferencia con el fútbol político que jugó previo a su investidura es que cambió de lado en la cancha. Los árbitros estuvieron a su favor en el primer tiempo y siguen de su parte en el segundo, pero el público ya está enardecido y empieza a tomar el césped por asalto.

La hipocresía y desparpajo de Morales es típica de los populistas, pero no termina de asombrar. Rige autocráticamente y excluyentemente; manipula las leyes e impone medidas por la fuerza; comete fraude en los referendos; importa espías y mercenarios de Cuba y Venezuela; fabrica documentos de identidad falsos; saquea al estado y empobrece al país; asalta la propiedad privada; amenaza a periodistas; secuestra opositores; comete atentados terroristas; expulsa al embajador de Estados Unidos; promueve la producción de coca y el narcotráfico; fomenta el contrabando de combustibles; amedrenta a los civiles; asesina adversarios; regala la soberanía de Bolivia a Chávez; se alía con el terrorismo islamista... pero sigue hablando de democracia.

Los descarados socialistas del siglo XXI, que odian a los ricos y aman a los pobres, se encuentran entre las personas más adineradas del mundo con los fondos robados de las arcas de Estados rebosantes de dólares, producto de las nacionalizaciones de las empresas más grandes y rentables y de los altos precios de las materias primas. El jefe de la mafia comunista, Hugo Chávez, es el hombre más rico del planeta. Nadie, con excepción de los jeques árabes promotores de la Yijad, goza de un capital anual de más de 200 mil millones de dólares para hacer con él lo que le venga en gana. No es de extrañar que su capacidad de convencimiento doblegue a cualquiera.

Según los datos económicos, Chávez invierte apenas una tercera parte del PIB venezolano en su país. Con el resto impulsa el comunismo, sustentando a gobiernos afines, a grupos extremistas y comprando armas. Es por eso que Venezuela se encuentra hoy entre los países más pobres de Sudamérica, cuando antes de su ascenso al poder (y sin el exorbitante valor actual del petróleo) era uno de los más ricos. Sus extravagantes lujos personales son una bicoca en comparación con los regalos que hace a sus aliados para apropiarse de América Latina.

A Evo Morales lo hizo multimillonario mucho antes de que entrara al Palacio Quemado, pero la factura no la va a cobrar fácilmente. Bolivia no es Venezuela: ideológica y geográficamente el país está claramente definido y dividido. Tampoco es igual la resistencia pasiva de los venezolanos contra Chávez, que la de los aguerridos bolivianos contra Morales.

Veintiséis años de vida democrática en Bolivia están siendo destruidos y nadie quiere volver a vivir bajo la vara de las dictaduras, pero ¡Morales está gobernando de forma dictatorial! El presidente boliviano y sus partidarios tienen dos opciones: dejar el poder pacíficamente y retornar a sus hogares a disfrutar de sus fortunas mal conseguidas (por las que como es tradición nadie los enjuiciará) o enfrentarse violentamente con el pueblo. Nada indica que el mandatario busque la primera alternativa. Las deudas con Chávez le obligan a "resistir hasta la muerte" como versa el guión revolucionario.

Por similares motivos a los expuestos, hace aproximadamente 40 años los pueblos sudamericanos pidieron auxilio sintiéndose impotentes frente a los atropellos comunistas.

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