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Manuel Llamas

Obama, el iluminado

Los ciudadanos deben disponer al máximo de sus recursos y tan sólo las rebajas fiscales, la flexibilidad laboral y las políticas enfocadas hacia la productividad son capaces de aportar el oxígeno necesario a una economía ahogada por las deudas

El primer debate televisivo entre el candidato republicano John McCain con el demócrata Barack Obama que tuvo lugar el pasado sábado escenificó dos enfoques plenamente opuestos a la hora de combatir la grave crisis financiera que sufre la primera potencia mundial. Ambos líderes coincidieron en apoyar el mega-rescate financiero anunciado por el Gobierno de EEUU y, en particular, por el secretario del Tesoro, Henry Paulson.

Demócratas y republicanos alcanzaron durante este fin de semana un acuerdo para poner en marcha un plan que por el momento no ha obtenido la luz verde del Congreso. Sin embargo, con independencia de que dicho rescate financiero sea o no aprobado, el próximo ocupante de la Casa Blanca se enfrentará a una de las peores crisis económicas que sufre EEUU desde la Gran Depresión de los años 30.

En este ámbito, las diferencias entre ambos candidatos no pueden ser más distantes. Desde luego, no se equivocó McCain al afirmar que resultaba difícil mantener una postura más a la izquierda que la representada por el senador demócrata. Y es que, en líneas generales, la política económica defendida por Obama se centra en incrementar el gasto público y elevar la presión fiscal a las grandes empresas norteamericanas.

Su discurso giró en torno a la necesidad de aumentar la inversión pública en educación, sanidad e infraestructuras. Además, insistió en poner en práctica un ambicioso y costoso programa para impulsar la producción de energía renovable en el país, con el objetivo de reducir la dependencia del petróleo extranjero.

Es decir, más dinero procedente del bolsillo de los contribuyentes mediante un mayor endeudamiento público. Y ello, con independencia del elevadísimo coste que supondrá el plan de rescate gubernamental en caso de ponerse en práctica. De este modo, Obama apuesta por medidas económicas plenamente opuestas a lo que precisa, en realidad, la economía norteamericana para paliar del mejor modo posible los efectos de la intensa y larga recesión que está en ciernes.  

En momentos como el actual, en el que la raíz del problema radica en un exceso de crédito (deuda) y, por lo tanto, una ingente cantidad de inversiones improductivas y carentes de rentabilidad, la reestructuración de la economía no es sólo es necesaria sino imprescindible. Más que nunca hay que apretarse el cinturón y volver a empezar.

Los ciudadanos deben disponer al máximo de sus recursos y, en este sentido, tan sólo las rebajas fiscales, la flexibilidad laboral y las políticas enfocadas hacia la productividad son capaces de aportar el oxígeno necesario a una economía ahogada por las deudas de familias, empresas y organismos gubernamentales.

Así pues, McCain acertó de lleno al insistir en la urgencia de recortar los impuestos y el gasto público. De hecho, abogó por reducir la carga fiscal a las empresas estadounidenses para evitar su deslocalización y generar más desempleo. Por otro lado, ambos candidatos coincidieron en el elevado coste que supone para las arcas públicas el mantenimiento de la Guerra de Irak.

Sin embargo, en este ámbito, me sorprendió notablemente la postura defendida por el líder demócrata. Y es que, en ningún caso, su intervención dejó entrever una postura antimilitarista o aislacionista. Ni mucho menos. Obama tan sólo abogó por establecer un plazo límite para salir de Irak (unos 16 meses). Pero lo más curioso de todo es que, al mismo tiempo, defendió la necesidad de incrementar el número de tropas destinadas en Afganistán. Un país que carece de todo interés estratégico, a diferencia de Irak, para lograr una cierta estabilidad en una zona clave del mapa geopolítico mundial.

De hecho, Obama habló de cambiar de estrategia para derrotar a Al Qaeda, pero no de poner fin a la guerra emprendida contra el terrorismo internacional. De hecho, me entró un escalofrío cuando el senador demócrata apuntó directamente al régimen de Pakistán, acusándole de auspiciar bases y actividades terroristas en su territorio.

"Yo no hablo de atacar Pakistán, pero si no quiere actuar contra Al Qaeda algo habrá que hacer", espetó durante su intervención. El mantenimiento de una guerra tan costosa y larga como la que viene desarrollando EEUU desde 2003 influirá, sin duda, en el futuro desarrollo económico del país. Sin embargo, pese a que los progresistas de medio mundo hayan depositado sus esperanzas de paz sobre el senador Obama, mucho me temo que sus deseos se verán frustrados por las aspiraciones políticas del líder demócrata en caso de que resulte vencedor en las elecciones presidenciales de EEUU. Ojalá me equivoque.

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