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Juan Carlos Girauta

En efecto, Matrix

La mutación de las tragaderas ha acabado alterando la naturaleza de todos los pájaros de la zona, que acaban aceptando cualquier bestiesa sin inmutarse. Ahí tienen la falta de reacción (ni una carcajada) a la desternillante proclama del señor Bargalló.

Hay que ver lo lejos que ha llegado la metáfora de Matrix, nacida aquí hace cinco años. Repetida para mi satisfacción por toda la profesión, ha alcanzado su destino fatal: nada menos que el presidente de ERC se ha apropiado de ella, la ha convertido en comidilla del debate de Política General del Parlament y, cómo no, le ha dado la vuelta como a un calcetín: la pastilla de la realidad sería la suya, la del independentismo. ¡Hombre, Puigcercós, eso más que una píldora de Morfeo es una rueda de molino descomunal!

Cuentan los simpáticos separatistas con las tragaderas desarrolladas en Matrix en las últimas décadas, mutación que facilita la supervivencia en el delirante entorno que informan un par de rotativos locales, uno con la mayoría de lectores y otro que se mantiene vivo artificialmente, uno en castellano y otro en catalán, uno que fascina –vaya usted a saber por qué– a los habitantes de la calle Génova y otro que atemoriza a sus conmilitones de la calle Urgel. Ambos suscritos a la pedagogía del odio contra España (el uno con disimulo, el otro a lo bestia), ambos propiedad de señores castellanoparlantes completamente ajenos al nacionalismo por origen y convicción, ambos fundamentales en la construcción nacional de Cataluña. Cosas de Matrix.

Vía selección natural, la mutación de las tragaderas ha acabado alterando la naturaleza de todos los pájaros de la zona, que acaban aceptando cualquier bestiesa sin inmutarse. Ahí tienen, sin ir más lejos, la falta de reacción (ni una carcajada) a la desternillante proclama del señor Bargalló, director del Institut Ramon Llull. Verán. Bargalló está a punto de viajar a México con motivo del Festival Internacional Cervantino de Guanajuato donde, a diferencia de lo sucedido el año pasado en Frankfurt, nuestros subvencionados usarán el castellano además del catalán. Parece una buena noticia, ¿no? Sólo hasta que Bargalló nos revela la razón: "Siempre vamos con dos lenguas: la nuestra y la del país que nos acoge. A Frankfurt acudimos en catalán y alemán; a Guanajuato en catalán y castellano".

Luego aclara, todo sea dicho, que el castellano es nuestra otra lengua oficial. Pero eso no implica nada; está en las leyes. En cualquier caso, es "la otra" (¿Por qué está siempre encerrada? / ¡Ay, ¿por qué? / Como la que está en la cárcel...). Y que "nuestra lengua" es el catalán, aunque esta vez usaremos el castellano por deferencia para con México. El festival lo abre Serrat, que por lo visto era mexicano y no lo sabíamos. Ya te digo. Si en México se piensa mucho en Madrid, en Barcelona se piensa mucho en México. No les quiero ni contar la de mexicanos que nos rodean. Con decirles que son mayoría en Cataluña...

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