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Antonio Golmar

El son de Moragas

En palabras del sociólogo Paul Hollander el apoyo que algunos ciudadanos de naciones democráticas prestan al totalitarismo tiene mucho que ver con "el romanticismo revolucionario y su mentalidad anti-intelectual y anti-racional". También con la estupidez.

Decía Max Weber que los políticos se mueven entre dos impulsos éticos no pocas veces contrapuestos, el de la responsabilidad y el de la convicción. El primero se traduce en una extraña plasticidad ideológica que, si no se controla, deviene impostura. El segundo es lo que se suele denominar coherencia, aunque llevado a su extremo deriva en fanatismo.

Con motivo del Día de la Hispanidad, Jorge Moragas, secretario de Internacional y de Presidencia del PP, ha organizado un acto de desagravio al pueblo de Cuba y a los miembros de la resistencia democrática al castrismo dentro y fuera de la isla. ¿Quién es el fazedor de un entuerto tal que merezca una respuesta así? El Excelentísimo Carlos Zaldívar, nuestro hombre en La Habana, quien un año más se ha negado a invitar a la oposición a Castro en la recepción que la embajada española en Cuba celebra con motivo del 12 de Octubre.

No se me ocurre mejor manera de celebrar el Descubrimiento que reivindicando la libertad y la democracia para todos los cubanos, valores fundamentales que Jorge defiende desde hace muchos años con una coherencia admirable. Si su mochila hablase, muchos se llevarían las manos a la cabeza, otros simplemente no sabrían dónde meterla. La contra-recepción tendrá lugar en la misma sede del PP de la calle Génova de Madrid y tendrá un doble carácter, político y festivo.

Tras la ola democratizadora iniciada en los años 70 del siglo XX, los latinoamericanos son víctimas del penúltimo terremoto liberticida que asola la región. Por desgracia, no faltan quienes, desde distintas posiciones políticas aplauden el fenómeno y se ofrecen como mamporreros de lujo de los nuevos tiranos. La lista de académicos, intelectuales y diplomáticos españoles a las órdenes de los Castro, Chávez, Morales, Correa, el PRD mexicano y en general cuanto político iberoamericano esté dispuesto a destruir la democracia e instaurar un nuevo orden totalitario es casi tan larga como la de los reyes godos.

Me temo que a este paso Jorge tendrá que preparar actos similares a los del domingo para las fiestas nacionales de Venezuela, Bolivia y Ecuador, aunque sólo sea para contrarrestar la propaganda y la desinformación emitidas por la legión de tristes peregrinos en busca de la buena sociedad, el peor caso de detritus moral creado por el radicalismo chic que a veces engendra la sociedad del bienestar. En palabras del sociólogo Paul Hollander, uno de los autores que mejor ha analizado este fenómeno, el apoyo que algunos ciudadanos de naciones democráticas prestan al totalitarismo tiene mucho que ver con "el romanticismo revolucionario y su mentalidad anti-intelectual y anti-racional". También con la estupidez, como muestran estas palabras de un admirador inglés de Castro citado por Hollander en la última edición de Political Pilgrims:

Para los pobres de América Latina, Cuba ofrece la dignidad que se halla fuera del alcance de grandes segmentos de los ciudadanos norteamericanos, los que no tienen un céntimo, los ancianos y los inmigrantes, los blancos empobrecidos de la región de los Apalaches y los negros que viven en los barrios deprimidos de las ciudades.

No faltan quienes en España se dedican a traducir semejante basura al castizo. Son los e-revolucionarios que Antonio J. Chinchetru describe enBajo el signo de Fidel, ciegos voluntarios y profundamente racistas que "no durarían en abrir fuego contra esos cubanos que lucen orgullosos camisetas con la bandera de Estados Unidos". Ante la necedad y el sadismo de muchos de nuestros compatriotas, la responsabilidad y la sana convicción que en esta cuestión demuestran personas como Moragas. En tiempos de mentiras universales, decir la verdad (Cuba no es libre) se convierte en un acto revolucionario. De vez en cuando, algún político sabe cómo ganarse el sueldo. Que cunda el ejemplo.

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