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EDITORIAL

El oro de las calles de Navarra

Ante la actitud de Sanz y la división de UPN, al PP sólo le caben dos opciones: o promover un cambio en la presidencia de la formación regionalista o comenzar a construir el Partido Popular de Navarra.

No es de extrañar que Miguel Sanz esté tan arrepentido de haber designado a Santiago Cervera como número uno de su partido para el Congreso. Al contrario que el presidente navarro, el diputado de UPN ha dejado claro por qué no quiere votar a favor de los presupuestos. Como todos los elegidos para esa cámara, y por más que los nacionalistas de todos los partidos prefieran olvidarlo, se le ha votado para representar los intereses de toda la Nación, y no los de su terruño. Así, ha declarado en Libertad Digital TV que aunque los presupuestos previeran "cubrir de oro las calles de Navarra", no tendría derecho a apoyarlos si perjudicaran a España, como a su entender sí hacen.

Con todo, Cervera ha eludido emplear cualquier término que excluyera la posibilidad de la abstención o incluso de su ausencia del Congreso en el momento del voto de los Presupuestos. Una posibilidad que debería provocar la ruptura del pacto entre PP y UPN y que, pese a ser nocivo para ambas formaciones, resultaría inevitable si la formación regionalista decidiera pactar con los socialistas para mantener el poder en Navarra aun a costa de saltarse sus propios estatutos (que le obligan a respetar su pacto con los populares).

De hecho, la claridad con que Cervera se ha referido al "peor diseño presupuestario que podíamos tener en estos momentos de crisis" y a la política económica de Zapatero, que sin duda compartirán la mayoría de votantes y militantes tanto del PP como de UPN, deja entrever que aunque el pacto permanezca aún incólume (puesto que todavía no ha tenido lugar la votación de la discordia) es el propio partido navarro el que se ha roto en dos. No deja de ser paradójico que el acuerdo entre populares y regionalistas podría acabar salvándose porque los diputados de UPN optaran por votar junto a sus compañeros de Grupo Parlamentario desobedeciendo a la dirección de su partido.

Esta extravagante situación tiene un único culpable: el presidente de UPN, Miguel Sanz. No cabe duda de que está en una situación difícil, porque el chantaje expresado en público por José Blanco no puede ser más claro: o Sanz corresponde al "esfuerzo" del PSOE por no pactar con un partido nacionalista radical para gobernar en Navarra o este podría dejar de esforzarse tanto. Sin embargo, si sus diputados no votan como el conjunto de los diputados del PP, abriría la puerta a que los populares volvieran a estar presentes en Navarra, garantizando así que ésta fuera su última legislatura en el Gobierno foral. En esta disyuntiva, Sanz parece haber optado por el cortoplacismo, pensando sin duda que así podrá estar en el poder un poco más, aun sometido a un chantaje permanente, mientras que en caso contrario acabaría siendo sustituido como presidente de UPN. Con esta decisión, se salvaría él –por poco tiempo, eso sí–, pero condenaría a su partido a la irrelevancia.

Dada la situación, es de agradecer que por fin Rajoy se haya pronunciado, aunque no haya sido en público sino a través de fuentes populares, advirtiendo a Sanz de que romperá con UPN si no apoya su enmienda a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado. Porque decidan lo que decidan finalmente tanto Sanz como los dos diputados regionalistas, UPN se encuentra al borde de la ruptura por las intenciones de su presidente de someterse al chantaje permanente del PSOE. Ante esta situación, al PP sólo le caben dos opciones: o promover un cambio en la presidencia de la formación regionalista o comenzar a construir el Partido Popular de Navarra. No cabe duda de que existen en UPN personas perfectamente capaces para liderar cualquiera de las dos iniciativas.

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