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Emilio J. González

El póker del mentiroso

El mercado, que no es estúpido y ve lo que pasa día a día en el interbancario, en los mercados de deuda y demás, se da cuenta de que las cosas no son así y aprecia que sí hay entidades con dificultades, en especial cajas de ahorros pequeñas y medianas.

En 1990, Michael Lewis, un antiguo bróker de Salomon Brothers, publicó un libro con el título "El póker del mentiroso" en el que, en forma de novela, contaba todas las interioridades de los bancos de inversión y sus operaciones con los bonos basura (donde nada era lo que parecía) que dieron lugar a una crisis financiera. Un juego similar por parte de unos y otros es el que se está desarrollando hoy en día en España, con motivo no sólo de la crisis financiera sino de la económica propia de nuestro país, que explica por qué nuestro mercado de valores se desploma un día sí y otro también.

No cabe duda de que en el comportamiento de la Bolsa española influye en buena medida lo que pasa en Wall Street. Algunas de nuestras más importantes sociedades cotizan allí y, por tanto, lo que sucede al otro lado del Atlántico también se vive en esta orilla. Además, buena parte de nuestros bancos y empresas son ya grandes multinacionales cuyo comportamiento está más en consonancia con la economía global que con la patria. Esa economía global, según el FMI, se encamina hacia una recesión mundial en 2009, un escenario negativo que, por supuesto, también se deja sentir en nuestro mercado de valores. Pero en el parqué de la madrileña plaza de la Lealtad hay, asimismo, otro factor, de mucho peso, que encoge el ánimo de los inversores: la sensación creciente de que aquí nadie está diciendo la verdad, de que todo el mundo va de farol y oculta la realidad. Vamos, que aquí alguien está jugando al póker del mentiroso y los inversores tienen razones fundadas para pensar que, efectivamente, esto es así.

El primero en apuntarse a este juego es el Gobierno. Después de que sus miembros, con Zapatero a la cabeza, se hartaran de decir que el sistema financiero español es el más saneado del mundo y no hay una sola entidad crediticia con problemas, luego viene y, de la noche a la mañana, no sólo incrementa la cobertura del Fondo de Garantía de Depósitos para el caso de que alguna entidad quiebre sino que, además, lo hace hasta 100.000 euros, el doble de lo aprobado por la Unión Europea para el conjunto de Estados miembros. Pero bueno, esto ¿de qué va? Si de lo que se tratara fuera de transmitir confianza hubiera bastado con decir que el Gobierno garantizaba el cien por cien de los depósitos bancarios y punto. Sin embargo, al actuar como lo ha hecho, en parte imitando al Ejecutivo irlandés, lo único que ha conseguido es sembrar la alarma acerca de cómo están las cosas en realidad.

Por si no bastara con ello, el lunes 6, después de reunirse con casi toda la flor y nata de la banca española, Zapatero se descuelga con una nueva e improvisada propuesta: crear un fondo de 30.000 millones de euros, que puede ascender si es necesario hasta los 50.000 millones, para que las entidades de crédito concedan préstamos a las familias y las empresas, sin especificar cómo se va a lograr y negándose, en un principio, a que el control de dicho fondo lo ejerciera el Parlamento. Las dudas no se hicieron esperar. Enseguida empezaron las especulaciones acerca de si el fin último de dicha medida es el declarado por el presidente del Gobierno o si, por el contrario, se trata de una operación encubierta de salvamento de entidades financieras, ya que ni se puede obligar a éstas a conceder créditos, y más con la que está cayendo en la economía española, ni, en realidad, hay una forma efectiva de controlar qué pueden hacer los bancos y cajas de ahorros con esos recursos. Ahora parece que la luz empieza a hacerse poco a poco acerca de la verdadera intención de Zapatero. Muchas pymes tienen muchos problemas financieros porque ni las comunidades autónomas ni las corporaciones locales les pagan el dinero que les adeudan, ni los bancos admiten a descuento los pagares que reciben las empresas de las mismas, ni el Estado transfiere a las Administraciones Territoriales el dinero que les debe. O sea, que el déficit público es mucho mayor de lo que nos están diciendo, que los problemas de la Hacienda pública son peores de lo que cuenta el Gobierno y que tratan de enmascarar el desequilibrio en sus cuentas con una operación a caballo entre la ingeniería financiera y el maquillaje contable para que esos 30.000 millones no afloren en forma de déficit aunque sí lo van a hacer en forma de deuda pública, que es lo que va a financiar ese fondo. Por no hablar ya de las estimaciones del Ejecutivo sobre el crecimiento económico en 2009, que nadie se cree, y el proyecto de presupuestos construido sobre las mismas. Y encima piensan que los mercados son tontos cuando, en cuestión de dinero, y con el Gobierno de por medio, los inversores son más listos que el hambre.

Después están las entidades crediticias. Sus patronales se han hartado de decir que ninguna de ellas tiene problemas mientras el Banco de España, con su silencio, hace bueno aquello de quien calla, otorga. Pero el mercado, que no es estúpido y ve lo que pasa día a día en el interbancario, en los mercados de deuda y demás, se da cuenta de que las cosas no son así y aprecia que sí hay entidades con dificultades, en especial cajas de ahorros pequeñas y medianas. Entonces empieza a comprender que por mucha liquidez que el Banco Central Europeo inyecte en el mercado, aquí va a haber que hacer algo con algunas de ellas, posiblemente en forma de absorciones que eviten quiebras y empiezan a hacer sus cálculos, dándose cuenta de esas operaciones pueden involucrar a entidades de diferentes comunidades autónomas. Pues bien, ahora acaban de salir las cajas pidiendo que se les permita llevar a cabo fusiones de carácter interregional. La verdad empieza a salir a la luz.

En este contexto no es extraño que la Bolsa española vaya como va. Posiblemente, el día que toca huracán en Wall Street no hay nada que lo pare aquí, pero las caídas no tendrían por qué ser necesariamente tan dramáticas ni el sentimiento de los inversores tan negativo. Pero dedicarse a jugar al póker del mentiroso en vez de decir las cosas como son acarrea estas consecuencias.

En Libre Mercado

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