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Antonio Golmar

La mala educación

En pocos años el movimiento conservador norteamericano pasó de exigir el cierre del Departamento de Educación a aliarse con el senador más izquierdista, Ted Kennedy, para obligar a cada colegio del país a arrodillarse ante los burócratas de Washington.

En 1925, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos abolió una ley de Oregón aprobada por referéndum que obligaba a los padres a enviar a sus hijos a colegios públicos. La medida, apoyada por el Klu Klux Klan y las iglesias evangélicas, sobrepasaba los límites de la acción del Estado, los cuales, según el alto tribunal, no podían ir más allá de:

Regular todas las escuelas, inspeccionar, supervisar y examinar a profesores y alumnos, requerir que todos los niños en edad apropiada asistan a clase, que todos los profesores tengan un buen carácter moral y una disposición patriótica, que ciertos estudios esenciales para una buena ciudadanía sean enseñados y que no se enseñe nada manifiestamente contrario al bien público.

Aunque siempre "de forma razonable", es decir, sin violar la propiedad privada ni la libertad de expresión. El caso fue llevado a los tribunales por una congregación católica que gestionaba una pequeña red de centros de enseñanza en aquel estado.

Un estudio reciente publicado por la Universidad de Munich señala que en muchos países existe una relación directa entre la proporción de población católica y el número de colegios privados. El nivel de los estudiantes de estas naciones es más alto que el de los niños de países no católicos. Además, el coste por alumno es menor en las zonas católicas. La conclusión es que la oposición a la educación estatal fomenta la competición, un fenómeno que influye de forma positiva sobre el rendimiento académico.

En su análisis del sistema sueco, Nick Cowen, investigador de la ONG británica Civitas, defiende la libertad de establecimiento de instituciones de enseñanza como la mejor forma de conseguir mejores colegios para todos. Su opinión, extraída del examen de los progresos de los escolares suecos desde la liberalización de la educación en ese país en los años 90, es que el problema reside en que hay alumnos más "enseñables" que otros debido a factores como la clase social y el origen étnico de sus padres. La introducción de pedagogías diferenciadas en centros escolares autónomos y el establecimiento de una pluralidad de criterios a la hora de evaluar el desempeño académico redundarían en una mejora real y generalizada que reduciría el peso de los factores económicos y culturales a la hora de explicar las diferencias de oportunidades de los niños británicos.

Precisamente la semana pasada, el Gobierno de Londres publicó los resultados de las pruebas de acceso de la universidad de los estudiantes de Inglaterra. Como es habitual, los 10 mejores colegios son privados (sólo 11 de los 50 con mayor nivel son públicos). Salvo una antigua escuela para chicas reconvertida, ningún centro mixto se sitúa en el top ten. La mayoría de los colegios buenos son laicos, aunque varios se guían por principios basados en el cristianismo. Un nuevo fracaso del departamento de Educación, cuyo ejército de poderosos burócratas se muestra impotente ante pequeños grupos de profesionales unidos por su vocación y espíritu empresarial.

Por desgracia, la política educativa del Gobierno británico no ha sido todo lo pragmática que cabría esperar. Las autoridades centrales –no así muchos Gobiernos locales y regionales– siguen mostrándose hostiles a los colegios privados. Además, lo que aquí llamamos "educación concertada" se ve lastrada por las regulaciones y la escasez de medios, de modo que la situación financiera de estos colegios es precaria. A cambio del dinero público, deben abstenerse de llevar a cabo diversas actividades lucrativas.  

Y qué no decir del infame George W. Bush. Ahora que algunos tildan de progres a los liberales que, hartos del Leviatán neocon, se atreven a criticar al falso texano, habría que recordarles que en pocos años el movimiento conservador norteamericano pasó de exigir el cierre del Departamento de Educación a aliarse con el senador más izquierdista de la Unión, Ted Kennedy, para obligar a cada colegio del país a arrodillarse ante los burócratas de Washington. A veces al socialismo le ocurre lo mismo que a ciertos pecados, sólo está en el ojo de quien mira.

En España, algunas administraciones han creado escuelas especiales, o magnet schools, colegios especializados en un área de conocimiento determinada, normalmente inglés o matemáticas. Esta modalidad educativa fue muy exitosa en la Unión Soviética, donde el Estado ofreció estos centros a las clases ilustradas para que no se mezclasen con los obreros. El ingreso dependía de una prueba de acceso para la que los padres preparaban a sus hijos desde el jardín de infancia. No todos poseían los conocimientos necesarios para proporcionar a sus hijos una formación extraescolar. Existía una cuota para los retoños de la masa proletaria, aunque la mayoría terminaba cambiándose a un colegio normal y por tanto no accedía a la universidad. El clientelismo, sea mediante el PER o a través de subsidios a la clase media, tiene poco que ver con el liberalismo.

El Estado, sea en el nivel nacional, federal, provincial o autonómico, sigue resistiéndose a permitir la libre elección de centro y de proyecto educativo. Nada cambiará mientras los políticos de todos los partidos y los distintos grupos de presión sindicales, ideológicos y confesionales no renuncien a meterse en la vida de los hijos del vecino. Son unos auténticos maleducados.

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