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Perspectivas globales

Barack Obama y John McCain, han hablado de expandir el poder del Gobierno y su intromisión en la economía. Esto es, por supuesto, lo que nos llevó al presente callejón sin salida, en primer lugar.

Era un secreto a voces que las instituciones diplomáticas y financieras del siglo XX no están adecuadas a las necesidades del siglo XXI. El mundo de Bretton Woods y del dominio de Occidente desde la posguerra ha ido cambiando, pero nadie podía haber sospechado que cambiaría tan precipitadamente, tal y como indica la presente crisis de los mercados financieros. La pregunta ante nosotros es si ese cambio es permanente e inevitable. Si todo el panorama global se verá afectado.

Gran parte del mundo ha reaccionado con júbilo ante los problemas financieros a los que se enfrenta Estados Unidos. De hecho, muchos en los medios de comunicación extranjeros se sienten desagraviados ya que habían estado prediciendo el fracaso de la economía de Estados Unidos durante años. Al igual que sucedió con los ataques del 11-S, existe la sensación de que la economía americana, propulsada por el consumo, se lo merecía.

Esa sensación sólo se ve agravada por el hecho de que ahora los mercados financieros mundiales son tan interdependientes que cuando Estados Unidos estornuda, Europa y Japón se resfrían. Como el periodista del Financial Times Phillip Stephens –que raras veces tiene algo bueno que decir sobre Estados Unidos– escribió sobre la crisis, Estados Unidos y Europa Occidental ya no pueden consolarse con la ilusión de que pueden dar forma al orden global "a su imagen y semejanza". 

Quizá aún más extraña es la extendida sensación de que el consumidor americano se lo tiene bien merecido por haber estado viviendo gracias al dinero prestado en el extranjero y por sentirse rico basándose en un precio inflado de la vivienda. Puede que sea una sana política financiera personal no vivir más allá de nuestras posibilidades, pero colectivamente, el consumidor americano ha sido parte esencial de los años del boom internacional. De hecho, cuando los prestamistas chinos decidan dejar sin crédito a Estados Unidos, también disminuirán la demanda americana de sus productos, tan omnipresentes en nuestro día a día.

No está precisamente en el interés del mundo tener a Estados Unidos retorciéndose por los suelos. Sin liderazgo americano, uno verdaderamente se tiene que preguntar si sobrevivirán los principios del libre mercado y la iniciativa privada que han producido tanta prosperidad en el último medio siglo. ¿Estamos ahora ante un mundo tan distinto en el cual la petro-dominación rusa y el autoritarismo económico chino son los que ofrecen los modelos más viables? ¿Qué modelos aportan India y Brasil? ¿O las economías estatistas de la mayor parte del mundo en desarrollo? Pensar en eso hace que uno contemple estas posibilidades con sentimientos muy encontrados.

Esos sentimientos encontrados se agudizan cuando parece ser que ninguno de los candidatos presidenciales de Estados Unidos tiene una idea clara sobre qué hacer ante la crisis. Ambos senadores, Barack Obama y John McCain, han hablado de expandir el poder del Gobierno y su intromisión en la economía. Esto es, por supuesto, lo que nos llevó al presente callejón sin salida, en primer lugar gracias al mandato dado a Fannie Mae y Freddie Mac para que aumentasen los préstamos a las minorías con independencia de los riesgos de impago, algo que el mercado privado no tuvo ningún problema de anticipar.

En las reuniones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional aquí en Washington durante el fin de semana, los compungidos ministros de Economía de varios países contemplaban las consecuencias de la crisis y por el ambiente reinante quedaba clara la sensación de que el dominio de Occidente se había terminado. El presidente del Banco Mundial, Robert B. Zoellick, ha dicho lo mismo al ofrecer sus reflexiones sobre el anacronismo en sí del G-7.

Ciertamente, se puede argumentar que en un mundo con nuevas potencias en ascenso, hace falta que las viejas estructuras internacionales se adapten a la nueva realidad o que desaparezcan. Esas principales democracias industrializadas del G-7 hoy parecen casi pintorescas como grupo que representa el liderazgo global. Pero lo que no debería suceder es que en un momento lo echemos todo por la borda ya que sería un verdadero peligro para la escena nacional e internacional.

Algunas de las potencias económicas en alza como por ejemplo India y Brasil tienen sólidos lazos con Estados Unidos. Por otra parte, algunos de nuestros viejos aliados europeos actualmente ofrecen muy poco como socios de una alianza. No deberíamos sentirnos cohibidos a la hora de buscar ayuda y hacer negocios con quienes sepan apreciar el ingenio y el talento americanos, ni debemos abandonar los principios del libre mercado. Si lo hacemos, al mundo pronto le irá peor incluso que ahora.

©2008 The Heritage Foundation

* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage.

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