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Emilio J. González

Es imperioso volver a la nuclear

Ni hay porque consumir menos, con lo que ello implica de pérdida de bienestar, ni hay porque pagar facturas tan elevadas cuando existen alternativas a la política del Gobierno, sobre todo, volver a la nuclear que, además de barata, es limpia.

El Gobierno español debería hacer una profunda reflexión sobre su política energética y adaptarla a la verdadera realidad que vive nuestro país. Hoy por hoy, ni puede seguir por la línea por la que transita todo lo relativo a la energía en España, ni puede escudarse en las propuestas de la Comisión Europea, como si Bruselas fuera la depositaria de todas las verdades de este mundo; el Ejecutivo comunitario también se equivoca y su insistencia actual en mantener sus planes contra el cambio climático puede ser un gran error tal y como están las cosas en la economía mundial. Desde esta perspectiva, no es extraño que diez Estados miembros de la UE hayan pedido que Bruselas aplace sus planes porque su ejecución, en estos momentos, va en contra del empleo y del bienestar, así como de las posibilidades de desarrollo de las economías del Este de Europa.

La vertiente medioambiental de la política energética nunca puede ir en contra de los otros dos pilares sobre los que debe sustentarse dicha política: el ser barata y el garantizar la estabilidad del suministro. Hoy por hoy, todas las propuestas sobre la mesa en materia de política energética no son, precisamente, baratas. Por el contrario, todas ellas implican un aumento de la factura que pagan las empresas y las familias por su consumo. Según Open Europe, esta factura supone un coste de 650 euros anuales para cada familia, justo en unos momentos en los que las economías domésticas se encuentran ahogadas por la subida de los tipos de interés de las hipotecas, de los precios de los alimentos y de la gasolina (nadie se explica por qué las gasolineras no reducen su precio una vez que la cotización del petróleo ha caído de los casi 160 dólares por barril a menos de 70 dólares hoy en día), y eso suponiendo que el paro no esté azotando ya a las economías de los hogares. En estas circunstancias, no resulta precisamente inteligente el empecinarse en una estrategia que resulta a todas luces inadecuada, ya que ahoga a las familias y estrangula aún más un crecimiento económico.

Si el Gobierno sigue por ese camino, lo único que va a conseguir va a ser agravar todavía más las cosas, porque su política energética va a poner todavía más palos en las ruedas del carro del crecimiento económico. Además, el Ejecutivo debería tener en cuenta una segunda cuestión: si las familias sufren a causa de los precios de la energía, sin que haya una verdadera razón que lo justifique, que no la hay, difícilmente van a apoyar las políticas gubernamentales en este terreno. Aquí no vale aquello que decía Miguel Sebastián para justificar la fuerte subida del recibo de la luz, de que se trataba de un incentivo para consumir menos. Pues ni hay porque consumir menos, con lo que ello implica de pérdida de bienestar, ni hay porque pagar facturas tan elevadas cuando existen alternativas a la política del Gobierno, sobre todo, volver a la nuclear que, además de barata, es limpia. Si se trata de cumplir objetivos medioambientales, esto es lo que hay que hacer, le guste o no a Zapatero.

Además, la estrategia energética del Gobierno también va en contra del tercer pilar, el de la seguridad en el suministro. El consumo de energía en España depende en un 85% del exterior, el porcentaje más elevado de toda la Unión Europea. Esta dependencia es uno de los factores más importantes a la hora de explicar ese fuerte déficit exterior que ya está estrangulando nuestro crecimiento. Pero, además, hace a España especialmente vulnerable a los acontecimientos geopolíticos internacionales. Le guste o no a Zapatero, no vivimos en un mundo idílico en el que todos respetan a todos, sino en otro en el que la democracia y las libertades no son la norma, sino la excepción, por mucho que sea el paradigma político que reina en Occidente. Y quienes no respetan la libertad, la democracia y los derechos humanos no dudan en utilizar como arma estratégica ese petróleo del que tanto depende España. El crudo, por desgracia, está donde está y ni el tándem Putin-Medevev, ni Hugo Chávez, ni los líderes iraníes que, en medio de la crisis financiera que está conduciendo a la economía mundial a la recesión, piden un recorte de la producción de petróleo para hacer subir su precio al entorno de los 90 dólares, con independencia de que, con ello, se agrave todavía más la situación económica mundial. Tal y como están las cosas, los países occidentales más serios ya están trazando planes para reducir su dependencia del petróleo. España no, porque lo que no es alternativa al crudo son las energías renovables y en los biocombustibles, que podrían ser una opción, todavía hay mucho que investigar, tanto para abaratar su precio como para ampliar su distribución.

Así es que la apuesta energética del Gobierno hoy por hoy resulta inviable en todos los sentidos, por muchas bendiciones de la Unión Europea que coseche. Se necesita un cambio radical de estrategia que no olvide los dos pilares fundamentales de los que Zapatero y su Gobierno no quieren hablar, en vez de escudarse en una visión equivocada de la UE para "sostenella y no enmendalla" porque, de seguir por este camino, el futuro que nos aguarda es muy oscuro... oscuro porque no podremos encender la luz.

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