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José García Domínguez

El secreto

Prueba de que a Daniel Sirera le funciona mucho mejor la cabeza desde que se la cortó Rajoy es su afán por descubrir el número exacto de multas que ha impuesto José Montilla a los disidentes que osan rotular sus establecimientos en español.

Prueba de que a Daniel Sirera le funciona mucho mejor la cabeza desde que se la cortó Rajoy es su afán por descubrir el mayor secreto de Cataluña, a saber, el número exacto de multas que ha impuesto José Montilla a los disidentes que osan rotular sus establecimientos en español, anatema para el iznajarí como es fama. Así, el decapitado Sirera se está revelando inasequible al desaliento en esa personal empresa.

Un interés que lo distancia de cierta Dolors Nadal, la cunera impuesta por Génova en las Generales que se pasó toda la campaña prometiendo por Snoopy que el castellano jamás ha sido perseguido en el Oasis. Por no mentar a Alicia Sánchez Camacho, que aterrizó en el PPC con el obsesivo afán de demostrar a propios y extraños que todo parecido con Agustina de Aragón será mera coincidencia. "No firmaré el Manifiesto por el castellano, no es necesario", se apresuró a confesar Alicia ante los complacidos plumillas del País de las Maravillas aún antes de recoger el paracaídas.

Cuando Maragall, sí acusó recibo el defenestrado Sirera de la eficacia de las redadas lingüísticas promovidas por la Agencia Catalana del Consumo. En concreto, el primer tripartito le hizo saber con indisimulado orgullo que, en 2005, la entrega entusiasta de la nueva policía gramática logró que los expedientes sancionadores se incrementaran en un 400 por cien con relación al ejercicio anterior. Asimismo, la garantía de discreción e impunidad ofrecida por la Administración a los posibles delatores se tradujo en 928 denuncias anónimas contra personas que utilizaban ilegalmente el español en sus quehaceres cotidianos.

Gloriosos hitos en el proceso de la construcción nacional que, según sospecha generalizada, ya han sido superados con creces por los sabuesos morfosintácticos de Montilla. Se sospecha, escribo, porque saberlo, lo que se dice saberlo, no lo sabe nadie. Once meses lleva Sirera planteando una y otra vez esa sencilla pregunta en el Parlament. Y once meses lleva Montilla negándose en redondo a contestar. Al punto de que hasta en dos ocasiones ha solicitado una inaudita "prórroga" al presidente de la cámara, es decir a su cuate Ernest Benac, con tal de seguir dando la callada por respuesta al impertinente de Sirera. De ahí que don Daniel, para turbación cierta de sus superiores, acabe de anunciar el propósito de acudir en amparo al Tribunal Constitucional por esa violación de sus derechos como diputado.

En fin, que uno casi está tentado de escribir a propósito del señor Sirera... ¿Cómo era aquello? Ah, sí: "Dios, que buen vasallo si obiera buen Señor".

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