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EDITORIAL

Nefastos Presupuestos, nefasta política

El debate no ha girado en torno a si son los Presupuestos adecuados, sino en torno a las ambiciones políticas de cada formación, a sus cálculos de poder y al funesto hábito que los políticos tienen de vivir ensimismados en sus propias banderías

Solbes nos mintió en 2007 y ha vuelto, con total descaro, a hacerlo en 2008. Hace un año, cuando se aprobaron los últimos presupuestos de la anterior legislatura, el ministro de Economía desoyó a los que le avisaban de la desaceleración económica que ya estaba en marcha y concibió unos Presupuestos totalmente irreales que, como advertimos entonces, han terminado por pasar una carísima factura a la economía española. El crecimiento superior al 3% que preveía el Gobierno se ha quedado en un estancamiento real, pues la economía española no crecerá este año absolutamente nada. Y así con casi todo.

Pero esto es sólo el principio, los primeros compases de una crisis que será especialmente dura y prolongada para España. Solbes, sin embargo, vuelve a hacer oídos sordos y ha pergeñado una planificación de gasto público sobre estimaciones tan irreales como las del año pasado. Las consecuencias serán aun más nefastas porque nuestra situación hoy es mucho peor. A lo largo de 2009, España se escurrirá por la pendiente de la peor crisis económica en varias décadas y el Gobierno, lejos de verlo venir (como sería su trabajo), la agudizará hasta límites intolerables para las familias y las empresas. El paro y los impuestos se van a disparar al tiempo que se desplomará el crecimiento, haciendo más y más difícil la recuperación que, según los expertos, no se producirá, como mínimo, hasta 2012.

Con todo, la protagonista del debate parlamentario de los Presupuestos Generales del Estado no ha sido la economía sino la política. La aprobación de los Presupuestos ha ejercido de telón de fondo de la penúltima tragedia del Partido Popular. La ruptura con UPN se ha consumado de facto dejando de manifiesto que el PP no se ha tomado en serio eso de hacer oposición, y que para el presidente de Navarra prima el sueldo público por encima de cualquier otra cosa. La excusa de los Presupuestos le ha venido que ni pintada a Miguel Sanz para mantenerse en la poltrona otro año más o, como él pretende, hasta el final de la legislatura. El resto poco importa.

En el otro lado del hemiciclo, en el de los socios habituales de Zapatero, las cuentas no han sido económicas sino, una vez más, políticas. Los gallegos del BNG y los vascos del PNV han apoyado los disparatados presupuestos de Solbes a cambio de jugosas prebendas para sus respectivas castas regionales. Ahora puede entenderse lo del enésimo coche oficial de Touriño o la orgía de gasto público en el País Vasco a cargo del Estado. El debate, por lo tanto, no ha girado en torno a si son los Presupuestos adecuados para una coyuntura tan complicada como la actual, sino en torno a las ambiciones políticas de cada formación, a sus cálculos de poder y al funesto hábito que los políticos tienen de vivir ensimismados en sus propias banderías.

Esta es la lección principal que, a estas alturas, puede extraerse de este aciago debate. La otra iremos extrayéndola poco a poco a lo largo del año próximo todos los españoles. El panorama en sí mismo no es bueno, pero con la clase política que padecemos es, indudablemente, mucho peor.

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